Apocalipsis sanitario en Madrid
La crisis sanitaria madrileña favorece paradójicamente los intereses de Ayuso: su estrategia es deshacer la sanidad pública para favorecer la privada
Ernest Folch
Editor y periodista
Los madrileños votaron bien, según Vargas Llosa, a diferencia por ejemplo de los colombianos, que lo hicieron 'mal'. Estos votantes sabios de la capital que presuntamente acertaron con su voto fueron los mismos que sufrieron los últimos días el caos absoluto de la sanidad madrileña. La reapertura de los centros de atención primaria, cerrados en marzo a causa de la pandemia, ha derivado en una especie de apocalipsis sanitario: la carencia de médicos, servicios de enfermería o de celadores, sumados a faltas de equipos, ataques de ansiedad e incluso traslados en Uber en mitad de la noche, han provocado que solo 28 de estos 78 centros pudieran contar con el personal suficiente y los medios mínimos de atención básica. Madrid es ahora mismo un lugar donde lo mejor es sencillamente no ponerse enfermo si uno quiere evitar una desagradable odisea. Sin embargo, el fallo masivo del sistema no es nuevo, aunque mediáticamente haya conseguido ahora un mínimo de atención. Todo empezó a raíz de la pandemia y cómo ha recordado Más Madrid, cuando Isabel Díaz Ayuso, en una medida sin precedentes, decidió cerrar 60 centros de atención primaria y desviar la asistencia a IFEMA y al tristemente célebre Zendal. El Colegio de Médicos de Madrid denunció entonces que la sanidad madrileña se encontraba en una situación "tercermundista" y varios alcaldes de la zona metropolitana advirtieron que se estaban desmantelando centros básicos para el funcionamiento normal de los barrios. El resultado, bien conocido, es que la gestión de la pandemia en la Comunidad de Madrid ha sido una catástrofe de tales dimensiones que fue la región europea, según el Barómetro Europeo de las Regiones, con mayor exceso de muertes, es decir, con peores cifras de víctimas.
Pero, en mayo de 2021, Ayuso arrasó en las elecciones y, bien protegida por algunos medios antes, durante y después de las elecciones, su catastrófica gestión sanitaria quedó debidamente maquillada. Hasta que, en un intento desesperado de revertir la situación, el Gobierno de la Comunidad intentó, hace unos días, reabrir la atención primaria, pero sin los medios necesarios, algo que ha provocado un colapso sin precedentes y dimisiones en bloque, como las que se han producido en la dirección del sureste o en la gerencia adjunta de atención primaria. Ante esta situación, Ayuso, en el más puro estilo Trump, ha culpado a la izquierda de boicotear los centros de atención y ha recalcado, en alusión a su fracaso en el Zendal, que "nosotros levantamos hospitales mientras otros los boicotean". La táctica de la presidenta por acción, y del alcalde Almeida por omisión, está clara: se trata primero de negar la realidad, culpar a los otros y, al mismo tiempo, no hacer nada para solventar el desorden. El objetivo último, cada vez más indisimulado, es deshacer el sistema público de sanidad para favorecer el sector privado. Lo que Ayuso explica sin verbalizarlo es que si crees que la atención primaria pública no funciona te vayas a un hospital privado. Porque no hay mejor espot publicitario para las mútuas madrileñas que publicitar un sistema con centros cerrados, sin personal de enfermería o, sencillamente, sin capacidad de asistencia mínima a los más necesitados. Es la situación más perversa imaginable: lo que en cualquier lugar sería una foto que haría caer al Gobierno, en Madrid es la estampa ideal para enriquecer al lobi que lo defiende. Efectivamente, Ayuso y su gobierno defienden la libertad. Pero se olvidaron de añadir que era solamente la libertad de mercado.
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