Caleidoscopio de Julio Llamazares

Violencia en tiempo de paz

Internet, además de servir de plataforma a la expresión del odio, lo traslada a la sociedad, que ve así cómo el odio que circula por las redes contamina su funcionamiento

Despentes

Despentes / unknown

Julio Llamazares

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Dice Virginie Despentes, escritora francesa, en entrevista para el Períódico de España que la violencia que hay en Internet “es inédita en tiempo de paz”. La escritora pone el ejemplo del porno, que es muy duro y que lo ven niños de 7 años sin que nadie les diga nada según ella, pero lo hace extensivo a todos los ámbitos de la convivencia. “No hay equivalente en el pasado de la carga de odio y de amenaza que hay en Internet ahora”, señala, mientras denuncia la falta de protección de los jóvenes al respecto. “Internet en sí mismo me parece increíble, pero se lo dejamos a nuestros hijos en estado de catástrofe. Nosotros hemos disfrutado sin pensar demasiado y ahora les toca a ellos arreglar muchas cosas” asegura Virginie Despentes, a la vez que señala que estamos viviendo una época en la que todo está en un estado de amenaza de apocalipsis. “¿Qué es todo” la pregunta el periodista. “El conjunto”, responde ella, “el trabajo, el medio ambiente, las armas, la policía, la subida de la extrema derecha y de los sistemas autoritarios…”.

No sé si hay razones para tanto catastrofismo, pero sí parece que la francesa Virginie Despentes no exagera al afirmar que la violencia que hay en Internet es inédita en tiempo de paz, al menos en sus manifestaciones. Otra cosa es que esa violencia no existiera antes. Lo que sucedía es que, como la gente no podía manifestarla más allá de a los más cercanos, no éramos tan conscientes de ella como ahora, cuando Internet multiplica hasta el infinito su existencia y sus efectos. Porque Internet, además de servir de plataforma a la expresión del odio (también a otras muchas cosas positivas, claro: la posibilidad de acceder a la información, de facilitar la comunicación entre las personas, etc.), lo traslada a la sociedad, que ve así cómo el odio que circula por las redes contamina su funcionamiento como ese colesterol dañino que del sistema circulatorio pasa a envenenar nuestros órganos y tejidos.

El odio (no hay más que ver o escuchar la televisión y las radios, el Parlamento español y supongo que otros, las declaraciones de muchos políticos y tertulianos, las manifestaciones de la gente en los bares y en la calle…) ha pasado últimamente, gracias a la capacidad de propagación de Internet, pero no solo, del ámbito privado al público, contaminando la convivencia social en una situación novedosa por inédita, pues no se corresponde con el tiempo de paz que vivimos en la mayoría de los países del mundo. Que entre rusos y ucranianos o entre judíos y árabes o coreanos del norte y del sur ese odio exista y se manifieste se puede entender, pero que en países como los europeos vaya en aumento tiene que ver con otras razones que no son las que dicen los odiadores profesionales sino con patologías individuales que, gracias a su facilidad de propagación a través de Internet, hacen pensar que son más comunes y generales de lo que son. Porque la mayoría de las personas somos pacíficas y pacifistas, gente que quiere estar tranquila y disfrutar en paz de la vida, ese regalo maravilloso que a todos nos han dado y que dilapidamos a veces en cosas sin interés, en objetivos absurdos o en empeños sin sentido que lo único que nos producen es frustración, esa fuente de malestar de la que surgen la envidia y el odio, las dos causas principales de la agresividad de muchas personas y de la violencia, algo que siempre ha existido pero que ahora vemos con más evidencia, pues Internet lo propaga y lo manifiesta sin ningún pudor. 

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