Ágora

'Fem bondat'

Los amantes de enfoques macro, que creen tener soluciones para todo y no se hacen responsables de nada, suelen menospreciar la bondad, suelen ridiculizar a las personas bondadosas

Los voluntarios del comedor social y solidario preparan el menú del día en los fogones de Ca l'Isidret

Los voluntarios del comedor social y solidario preparan el menú del día en los fogones de Ca l'Isidret

Josep M. Lozano

Josep M. Lozano

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En catalán tenemos una maravillosa recomendación para los niños: 'fes bondat'. No es la prescripción moralizante del "pórtate bien", ni el idealista "sé bueno", ni la prohibición del "no hagas" o "no seas"... No, es simplemente afirmar la importancia de la bondad, junto con un énfasis inexcusable: la bondad se hace, es una forma de hacer y de proceder en la vida.

¿Recomendación solo para niños? En un mundo cada vez más inhóspito, duro, agrio e incierto, parecería que la bondad pertenece al beatífico reino de las buenas intenciones. Más aún: tan necesitados como estamos de grandes palabras como justicia, paz y solidaridad, podemos tener la tentación de creer que la bondad nos retorna a buscar compensaciones inútiles para nuestra impotencia.

Pero no es así. La bondad no compite con las grandes palabras, ni sustituye o compensa su ausencia, sino que se sostiene sobre sí misma. No cambia el mundo ni la historia, pero hace más amable y agradable la vida de las personas concretas: un mundo inhóspito no nos dispensa de tratar de vivir más humanamente nuestra vida cotidiana. Porque el lugar en el que la bondad se hace no es otro que la vida de cada día, no es otro que las relaciones -tanto las estables como las episódicas- donde siempre es posible un gesto, una mirada, una palabra que transmitan proximidad, acogida y comprensión.

Un mundo arisco e incierto como el nuestro ha puesto más de relieve nuestra vulnerabilidad; ha puesto de manifiesto que, al fin y al cabo, vivimos a la intemperie. La bondad no lo niega, sino que quiere convertir la vulnerabilidad y la intemperie, sin negarlas, en hospitalidad. La bondad es la hospitalidad de quienes se saben vulnerables y, por lo tanto, no quieren dimitir ni de la propia humanidad ni de contribuir a hacer un mundo más humano. Es una pena la gente que, porque cree que no puede resolver los grandes problemas de fondo, no hace nada.

Hagamos bondad. Con las personas que nos rodean... porque la bondad no la podemos hacer en ninguna otra parte. Cuando nos referimos exclusivamente a la necesidad de solucionar los problemas de la gente, el pueblo, la nación, los excluidos y tantas otras generalizaciones inevitables, deberíamos recordar que la bondad se juega en un registro que no queda resuelto aunque se solucionaran todos los problemas habidos y por haber. Porque la bondad nos remite, inexcusablemente, a nuestras relaciones. En la vida no vale lo de "hechos, no palabras"; porque necesitamos hechos y palabras. No necesitamos solo soluciones y recursos, sino también compañía y acogida. Cuando hablamos de ciudadanos podemos y debemos hablar del derecho a la vida; cuando hablamos de personas debemos hablar del deseo de una vida buena. Y la vida buena es, entre otros, fruto de la bondad. De la bondad dada y recibida. Fruto de las personas bondadosas.

Los amantes de enfoques macro, que creen tener soluciones para todo y no se hacen responsables de nada, suelen menospreciar la bondad, suelen ridiculizar a las personas bondadosas. Por lo mismo que menosprecian y ridiculizan los gestos, las miradas y los pequeños detalles. Ignoran que la bondad nutre la fuerza de construir día a día el mundo que queremos, aunque no tengamos el poder de hacerlo. Porque la bondad es transformadora, dado que solo existe cuando se hace.

En un mundo cada vez más inhóspito, agrio e incierto la pervivencia de la humanidad no puede prescindir de la bondad, de las personas bondadosas.

'Fem bondat'.

Suscríbete para seguir leyendo