Artículo de Jordi Serrallonga

Concavenator vs. Kong en Sitges

Cine y ciencia permiten que lo fantástico y la realidad compartan escenario en películas, academias... y nuestras mentes

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / Leonard Beard

Jordi Serrallonga

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Todavía escocía la triste efeméride del 16 de septiembre de 1978 –cuando defenestraron a 'Mazinger Z' para endosarnos a 'Orzowei'– y aplaudí que, en la parrilla navideña de 1979, RTVE recuperase un episodio del robot gigante. Tras su emisión, una primicia: 'El Valle de Gwangi' (1969). Jamás se estrenó en los cines de la España franquista, y ese 4 de enero –faltaba poco para mi décimo aniversario– estaba yo amorrado al tubo de rayos catódicos. ¡Escenarios de 'spaghetti western' en una peli de dinosaurios! El cóctel de cowboys, paleontólogo darwinista y reptiles antediluvianos que me cautivó para siempre. Por lo tanto, al espiar la programación del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya 2022, tuve que frotarme los ojos. Topé con 'El Valle de Concavenator' y los primeros segundos del tráiler eran un 'déjà vu' de lo vivido hacía poco más de cuarenta años atrás.

Acudí a la llamada de Sitges. Además de mi peregrinación anual hasta los macizos kársticos del Garraf, esta vez quería realizar una prospección de ciencia en el cine; y la 55 edición venía surtida de títulos con referencias al transhumanismo y el cambio climático: 'After Yang', 'Vesper', 'Rubikon', 'Slash/Back', 'Polaris', 'Break of Dawn', 'Tropique', etc. Incluso un día desgranaré qué vio este primate en las extraordinarias 'Irati',' Night Siren' o 'Emily'; pero toca hablar de otra maravilla: 'El Valle de Concavenator'.

Esperé el tren con destino a los dominios del gran Kong, y enésimo retraso de Renfe. Suerte que la cita con el director y coguionista de la citada producción –Víctor Matellano– no era hasta el cabo de una semana. Los protagonistas son, precisamente, la ciencia y el cine representadas por dos humanos: el sabio paleontólogo José Luis Sanz y el genio de los FX, Colin Arthur. Y dos dinosaurios; uno real, el cazador de Cuenca jorobado –'Concavenator corcovatus'–, y otro ficticio: 'Gwangi'. La 'stop motion' del maestro Ray Harryhausen consiguió que esta mezcla de 'Tyrannosaurus' con 'Allosaurus' (el cine puede permitirse sus licencias) anduviese por tierras conquenses: el Valle Prohibido del film es la Ciudad Encantada.

El 12 de octubre, día del estreno, la comitiva de 'El Valle de Concavenator' me esperaba en el Hotel Melià. La pasión del profesor Sanz por la paleontología le viene de las películas sobre dinos. E hizo hincapié en la influencia de 'Godzilla' (1954). Curioso porque, durante una charla con Ángel Sala –director artístico del festival–, este me confesaba que el 'kaiju' reptiliano también alimentó su dinomanía y cinefilia desde la infancia, al igual que '2001. Una odisea en el espacio' (1968) despertó su atracción por el universo. Ambos quedamos marcados por el monolito y los simios de Kubrick y allí, mordiendo –a lo Rafa Nadal– el trofeo del premio honorífico, nos sonreía Colin Arthur: el creador de aquellos homínidos prehistóricos. Menudo visionario; en los sesenta solo se conocían unos pocos restos parciales de australopitecinos en África -Lucy no se descubriría hasta 1974– y él fue capaz de avanzarse a las reconstrucciones de los paleoantropólogos. Entonces, mientras detallaba los intríngulis de las máscaras y trajes de 2001, Sarah Pooley –pareja de Colin y otra figura de los FX–, soltó la bomba: «explícale que tu madre trabajaba en la BBC con David Attenborough». ¡Pidieron consejo a sir David para, con sus conocimientos sobre chimpancés, asesorar a los mimos que actuaron de australopitecos! El corrillo de lujo incluía a dos actores del elenco: los 86 años de Jack Taylor –el arqueólogo Jonathan Grant en 'La noche de los brujos', 1973 (película de FantaTerror ambientada en un safari científico por África)– y la joven Marian Clar. Ambos comentaron lo mucho que habían aprendido sobre dinosaurios durante la filmación y coincidieron, con Víctor, Ángel, Pepelu y Colin, en afirmar que el cine debería enseñarse más en los centros educativos; seguro que fomentaría vocaciones tanto en el seno del séptimo arte como en el de la ciencia.

Con Víctor Matellano y 'El Valle de Concavenator' regresamos a la aventura fantástica que vivimos en 'El Valle de Gwangi', y que se hizo realidad tras el hallazgo paleontológico de un terópodo carnívoro conquense. Y es que los sueños siempre se cumplen en Sitges.

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