Un sofá en el césped

Tres escenas sabatinas

Ter Stegen, en una acción del Valencia.

Ter Stegen, en una acción del Valencia.

Josep Maria Fonalleras

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En la noche del sábado, hubo tres escenas que funcionan como metáfora y resumen de lo que hoy es el Barça, un compendio de los últimos meses, de las últimas semanas, de los últimos años.

Primera escena: Koundé se lesiona (una evocación de lo que ha sufrido y sigue sufriendo la defensa desde el parón de las selecciones) y Piqué empieza a calentar rápidamente. Nada, apenas un par de minutos. Entonces, en el banquillo, alguien se da cuenta que los cordones de las botas de Piqué están atados. Todo pasa muy deprisa. El Barça está empatando y no es cuestión de decir adiós a la Liga después de haber dicho adiós a (casi) todo lo demás. Es algo increíble. Yo pensaba que los jugadores estaban siempre en pulcro estado de revista, solo pendientes de colocarse las protecciones para saltar al campo en cualquier momento. Pero parece que no. Piqué miraba el partido con zapatillas de estar per casa o algo por el estilo. Y tiene que calzarse. También pensaba que la mayoría juegan ahora con botas sin cordones, una especie de mocasines adaptados a la competición. Pero no. Piqué es de los de antes. Se juntan Busquets y De la Fuente para llevar a cabo una labor doméstica tan delicada. De acuerdo: llevar botas en el banquillo quizás es incómodo y puede que afecte a pies delicados, pero ¿los cordones tenían que estar precisamente atados (¡y bien atados!)? Las cámaras de televisión nos muestran los problemas logísticos de sus compañeros. Busquets no consigue desatar las botas. Dela, que es más práctico, usa los dientes para desentrañar ese nudo tan complicado, Al fin, lo consiguen. Fin de la primera escena. 

Segunda escena. Ferran Torres tiene una oportunidad de oro para marcar. Está solo ante el portero y recibe un pase lateral. Solo tiene que empujar el balón. O casi. Remata con la derecha y él mismo, con la izquierda, rechaza el disparo. Inventa algo así como la física cuántica aplicada al fútbol. Es, al mismo tiempo, delantero y defensa. Chuta y despeja. Él solo, en el mismo instante. Es una reconstrucción contemporánea de aquella famosa frase de Cruyff en la que el contrario se marca solo. Ferran Torres no marca el gol porque se marca a sí mismo. Fin de la segunda escena.

Tercera escena. Llega Lewandowski, claro. ¿Quién, si no? No había aparecido (casi) en todo el partido, pero sigue estando ahí. Dispuesto a insuflar pequeños vapores de felicidad en un terreno yermo, sin ideas, una tela deshilachada, un universo de melancolía galopante. Xavi repitió después de la enésima derrota ante el Bayern lo del “equipo en construcción”, y añadió una variante: “Se tiene que rehacer a base de castañas”. Hemos vivido, avant l’heure, días de “castanyada”, y no ha habido más porque el polaco nos despertó a última hora del sopor europeo. Del “no nos da” de Messi al “no nos llega” de Pedri. Han pasado dos años y medio y seguimos allí. Con cordones por atar, con tiros al pie (nuestro propio pie) y con minúsculos milagros que nos alejan del infierno pero que no nos conducen al paraíso que perdimos Dios sabe cuándo.  

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