La hoguera

El día después

No es la lobotomía lo que destruye los cerebros, sino la sugestión de las imágenes

¿Qué nos pasaría si explota una bomba nuclear… según la distancia a la que estemos y el tiempo?

¿Qué nos pasaría si explota una bomba nuclear… según la distancia a la que estemos y el tiempo?

Juan Soto Ivars

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Detecto -no sé si es cosa mía- cierta fascinación, cierto fetichismo con la amenaza nuclear. Son esas cosas de la representación: nos acostumbramos a que la imagen sea lo que nos cuenta el mundo, y la imagen siempre provoca una reacción superficial. Lo mismo cuando colegiales en celo gritan por las ventanas y cuando activistas veganas tiran salsa de tomate sobre un cuadro protegido por un cristal. No es la lobotomía lo que destruye los cerebros, sino la sugestión de las imágenes.

El problema de las imágenes es que carecen de narrativa. Son puntos fulminantes, destellos, impresiones. Una novela es lo contrario. La imagen coloca ante el mundo, deslumbra, y la novela orienta y ayuda a transitarlo. La vista nos servía para cazar, y la voz para dejar de cazar, para no depender más de la vista, para asentarnos. Las bibliotecas, los burgos, las relaciones: son distintas formas de derrotar al espectro de la imagen.

Pero la imagen, en tiempo de pantallas, ha vuelto a enseñorearse. Hoy ni siquiera quiere escuchar la gente lo que una imagen tiene que decir. Creen que la imagen lo ha dicho todo. Que vale más que mil palabras.

Ved la imagen de un hongo nuclear. El portentoso almendro incandescente que lanza su corona al cielo y devora todo lo que hay al paso de su sombra. Leo noticias y más noticias sobre las bravuconadas de Rusia y la OTAN, las amenazas cruzadas en las que el lado civilizado (nosotros) se pierde el respeto al igualarse al dóberman eslavo que enseña los dientes y echa espuma por la boca. Proliferan noticias sobre la compra de yodo en las farmacias y equipos de megafonía para catástrofes, y me pregunto cuánto daño nos habrán hecho las imágenes, a estas alturas, si parece que ya no somos capaces de anticipar la narrativa que se esconde detrás.

Durante la Guerra Fría hubo un tipo de miedo desactivado más adelante: el miedo nuclear. Se publicaban libros, se emitían películas, se comentaba en las casas y las oficinas. Pulsar un botón podía convertir la vida humana en un imposible, se sabía, se temía. Entonces se conocían bien las consecuencias de una debacle atómica. Si los líderes cumplían sus amenazas, ya no habría nadie que pudiera amenazar. Era jaque mate. Los 10 consejos para sobrevivir al invierno atómico son falsos.

De la confusión se sale con historias. Ojalá que la televisión y las plataformas volvieran a dar aquel viejo telefilme de la época, 'El día después'. No era gran cosa, pero contaba lo que ocurre al día siguiente de la fabulosa explosión.

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