Limón & vinagre | Artículo de Josep Cuní

Margarita Robles, el dilema de la patria

Aunque los niños de padres concienciados se encandilen con las proezas aeronáuticas y sus hermanos adolescentes paseen banderas atadas a la cintura o colgadas a la espalda, la mirada indiferente de la inmensa mayoría de sus iguales reduce la expectativa y sitúa la fiesta del 12 de octubre en un ángulo muerto

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el Rey Felipe VI y la Reina Letizia, durante el acto solemne de homenaje a la bandera nacional y desfile militar, el 12 de octubre de 2022, en Madrid.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el Rey Felipe VI y la Reina Letizia, durante el acto solemne de homenaje a la bandera nacional y desfile militar, el 12 de octubre de 2022, en Madrid. / EP

Josep Cuní

Josep Cuní

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La patria tiene bastante de presidio, escribió Ángel González. Y otro poeta,  Mario Benedetti, le añadió que, quizá por eso, su única razón de patria sea el regreso al propio desconcierto.

Este fue, precisamente, el estado de ánimo que pudo sentir buena parte de la ciudadanía el pasado miércoles. Desde 1987 se celebra el día de la Fiesta Nacional de España, aunque muy pocos lo saben a pesar de la propaganda oficial y los carteles exhibidos en las marquesinas madrileñas. Para la gran mayoría, el 12 de octubre sigue siendo el día de la Hispanidad y su vínculo con el orgullo patrio queda reflejado preferentemente por la gastronomía, con la tortilla de patatas a la cabeza. Mucho más que por el himno o la monarquía, que cerraban la lista de la encuesta que publicó el diario ‘El Mundo’.

Pero hete aquí que fueron los 50 segundos de espera con la que Pedro Sánchez condicionó la salida del Rey de su Rolls-Royce los que atizaron los ánimos de los espectadores que esperaban la parada militar. Y le silbaron. Al día siguiente, los diputados de Vox se lo afearon entrando en el hemiciclo del Congreso una vez iniciada la sesión, cuando el presidente tenía la palabra. Y entre una cosa y la otra demostraron su voluntad de seguir definiendo un sentimiento personal e intransferible con la descripción de unos determinados vínculos históricos reivindicados por los especialistas de la tendenciosidad, aunque cuestionados por la propia academia.

No debe ser fácil cambiar el ritual de una celebración, pero tampoco tiene que ser inamovible mantenerlo cuando se ha convertido en una lanzadera de acusaciones, silbidos, descalificaciones y descartes; cuando la conmemoración oficial queda reducida a un desfile militar y la recepción regia sigue condicionada por una lista rígida que convierte a los invitados en sospechosos habituales. Al final, cualquier crónica posterior la minimiza, porque se guía por las consecuencias de una significativa ausencia –la de Carlos Lesmes–, que cuestionaban, paradójicamente, la esencia de la jornada como un día de importancia democrática.  

Horas antes del desatino tradicional, cuando el Gobierno lo preside un socialista, María Margarita Robles Fernández (León, 10 de noviembre de 1956), ministra de Defensa, había insistido en que el día era para sentir orgullo de España y pedir unidad. Tampoco. Porque hace demasiado tiempo que este tipo de actividad desprende un aire de pasado, rezuma un aroma a naftalina, que nada tiene que ver ni con el presente transversal ni con el futuro esperanzador. Y aunque los niños de padres concienciados se encandilen con las proezas aeronáuticas y sus hermanos adolescentes paseen banderas atadas a la cintura o colgadas a la espalda, la mirada indiferente de la inmensa mayoría de sus iguales reduce la expectativa y sitúa la fiesta en un ángulo muerto. Ante esto, los socialistas tampoco han sabido reaccionar, temerosos como suelen de que la derecha les tilde de traidores a su idea de patria.

Algo parecido a lo sucedido en Catalunya en un doble frente. El de los constitucionalistas inflexibles, acusando la ausencia del PSC y reivindicando más Estado. Y el de un sector del independentismo que cayó en la batalla del 11 de septiembre cuando se dio cuenta de que también su Diada se la  habían apropiado algunos de los suyos.

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