Artículo de Rafael Jorba

La ‘década prodigiosa’ del 'procés'

Final de trayecto: los postconvergentes abandonan definitivamente la política de ‘peix al cove’, el doble discurso institucional y de movimiento popular que había impulsado Pujol

Archivo - Manifestación de la Diada en Barcelona convocada por la ANC de 2021.

Archivo - Manifestación de la Diada en Barcelona convocada por la ANC de 2021. / PAU VENTEO - EUROPA PRESS - Archivo

Rafael Jorba

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El punto de no retorno en las relaciones entre ERC y JxCat ha coincidido con el quinto aniversario del referéndum del 1-O. La decisión de los postconvergentes de abandonar el Govern de la Generalitat, decidida por la militancia el jueves y el viernes de la semana pasada, representa el final de trayecto de la ‘década prodigiosa’ del proceso independentista. El paso del catalanismo político al soberanismo se remonta a la “tormenta perfecta”, en expresión del ‘president’ Montilla, desatada por la combinación de dos elementos, uno de carácter local y otro global: la sentencia del Estatut de junio de 2010 y el anterior ciclo de crisis económica, con la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008, como referente.

Sin embargo, la colaboración parlamentaria entre CiU y el PP, así en Madrid como en Barcelona, se mantuvo aún vigente tras la investidura de Artur Mas a finales de diciembre de 2010. CiU votó la reforma laboral de Mariano Rajoy en marzo de 2012, y el PP catalán de Alicia Sánchez-Camacho facilitó con su abstención la aprobación de los presupuestos catalanes de 2011, con un recorte del 10% sobre el año anterior. Sentadas estas premisas, el ‘president’ Mas puso electoralmente en marcha el ‘procés’ en otoño de 2012, con su eslogan ‘La voluntat d’un poble’ y su apuesta fallida de obtener una “mayoría excepcional”.

La ‘década prodigiosa’ del ‘procés’ se inició políticamente entonces. Su ‘hoja de ruta’ se fue escribiendo sin evaluar sus costes: fracturó primero el catalanismo político, quebró después el consenso social y debilitó finalmente el tejido económico del país. Por el camino se fracturó el PSC, se rompió CiU, la histórica coalición de gobierno; desapareció de escena Unió Democràtica e incluso el ‘president’ Mas, impulsor de la consulta del 9-N de 2014, fue enviado dos años después a la “papelera de la historia” por la CUP. El ‘procés’ devoró primero a muchos de sus adversarios, pero no tardó en hacerlo también con sus propios hijos. Hay metáforas muy dolorosas. La última, en el acto conmemorativo del 1-O: Carme Forcadell, aplaudida en sus años de presidenta de la ANC –“president, posi les urnes!”–, fue abucheada con sus más de tres años de prisión a cuestas.

En aquel acto, celebrado en el Arc de Triomf, solo hubo un líder político que se ganó el fervor de la audiencia: Carles Puigdemont. En su intervención telemática trasladó un doble mensaje que marcó ‘a priori’ el desenlace de la consulta de JxCat. Primero: “El referéndum (del 1-O) ya es válido y no hace falta volver a votar; ya hemos votado”. Segundo: “Si no se avanza en la línea del 1-O, el Consell per la República tiene la obligación de ponerse delante”. Síntesis: Puigdemont reivindicaba el ‘mandato del 1-O’, defendía la vía unilateral y de confrontación con el Estado frente al referéndum pactado de ERC y advertía que, llegado el caso, ejercería de presidente ‘legítimo’ contra Pere Aragonès.

Este es el escenario que se abre ahora con la salida de JxCat del Govern: representa el final de la ‘década prodigiosa’ del ‘procés’. Los postconvergentes abandonan definitivamente la política de ‘peix al cove’, el doble discurso institucional y de movimiento popular que había impulsado Jordi Pujol durante sus 23 años de gobierno. El ‘president’, en diciembre de 2019, tenía sobre su mesa de trabajo una entrevista con el politólogo Juan Rodríguez Teruel en la que había subrayado una frase: “El ‘procés’ es también un fracaso temporal del nacionalismo más genuinamente pujolista. Pero todos los descendientes del ‘procés’ acabarán volviendo a Pujol”.

Esta vía posibilista, definida irónicamente como la política de “la ‘puta i la Ramoneta’”, es el que abandonan los postconvergentes. Pujol partía de una doble constatación: Catalunya no tiene fuerza suficiente para lograr la independencia, pero sí para dificultar la buena marcha de España. JxCat ha roto amarras con el legado de Pujol y con el de Mas, aquel timonel que pilotó los primeros años de esta ‘década prodigiosa’. La última vez que hablé con Pujol, en enero de 2020, evocaba la metáfora bíblica del profeta Jonás: sabía que los suyos tenían que echarlo por la borda, pero esperaba que siguieran remando y llegaran a buen puerto. Tenía asumido su naufragio personal, pero no el de su proyecto político. Puigdemont ha tomado el timón: la vía unilateral, de no prosperar, puede dejar a los postconvergentes sin peces y sin cesto.

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