Gárgolas | Artículo de Josep Maria Fonalleras

Exageraciones y legitimidades independentistas

El Govern es débil y tendrá que realizar muchos equilibrios, pero es legítimo. Hasta que se demuestre lo contrario

El nuevo Govern, recién constituido

El nuevo Govern, recién constituido / FERRAN NADEU

Josep Maria Fonalleras

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Deberíamos tener mucho cuidado con las palabras. Legitimidad, por ejemplo. El diccionario es diáfano. Legítimo es todo lo fundado en derecho, válido porque es conforme a ley. Y también se refiere a lo genuino, en contraposición a falso. Laura Borràs, especialista en asuntos lingüísticos, debería saberlo. Dice que el nuevo Gobierno de Pere Aragonès "no tiene legitimidad política ni democrática". Esto es falso, pues, porque resulta que se ajusta a la legislación y porque es una respuesta absolutamente democrática a un reto político, que es lo que hizo Junts al salir del Ejecutivo. ¿Es débil? No digo que no. Es evidente que ante la futura aprobación de los presupuestos, más allá de las contradicciones internas de Junts, deberá contar con un apoyo parlamentario que, por ahora, no tiene ni mucho menos asegurado, aunque las insinuaciones de Pedro Sánchez dan que pensar en un abrazo socialista para asegurar, al menos momentáneamente, la estabilidad. ¿Que de ahí se puede deducir una derrota gubernamental y la convocatoria de elecciones? No digo que no.

Pero la legitimidad no es una medalla o un certificado que alguien otorga benévolamente (o malévolamente, en este caso), y tampoco es un concepto que admita gradación o escalado. O eres legítimo o no lo eres. No se puede tener una "escasa legitimidad", como ha dicho Dolors Feliu, presidenta de la ANC, al referirse al nuevo Gobierno. Y también ha añadido, para acabar de redondear el vodevil en el que vivimos, que la crisis proviene de la presión que sintieron los partidos "para salir del inmovilismo", después de la manifestación del 11-S. Al otro lado, las aseveraciones de Laurà Vilagrà, 'consellera' de Presidència y mujer fuerte en Palau, tal vez excedan también los límites de lo deseable en beneficio de una disputa política razonada. Comparar el evidente tono fanfarrón de Borràs con los exabruptos de Vox me parece del todo desproporcionado. Y también me parece exagerado decir que el nuevo Ejecutivo es "incuestionablemente independentista". Es otra cosa, podríamos decir que en el camino, sobradamente recorrido por tantos gobiernos italianos, de la técnica aplicada a la gestión. Y es débil y tendrá que realizar muchos equilibrios, pero es legítimo. Hasta que se demuestre lo contrario.

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