Artículo de Albert Soler

Esperando la llamada de ERC

No van a faltar militantes dispuestos a cobrar bien por trabajar poco, pero sería una flagrante discriminación laboral que no contaran con uno de los más antiguos, servidor de ustedes

La consejera de Presidencia de la Generalitat, Laura Vilagrà, habla durante una sesión plenaria en el Parlamento. El pleno del Parlament vota esta semana si pedir al presidente de la Generalitat que se someta a una cuestión de confianza antes de que finalice 2022, con el futuro del Gobierno en el aire y a la espera de que la militancia de Junts decida si o no dejar el Ejecutivo catalán.

La consejera de Presidencia de la Generalitat, Laura Vilagrà, habla durante una sesión plenaria en el Parlamento. El pleno del Parlament vota esta semana si pedir al presidente de la Generalitat que se someta a una cuestión de confianza antes de que finalice 2022, con el futuro del Gobierno en el aire y a la espera de que la militancia de Junts decida si o no dejar el Ejecutivo catalán. / David Zorrakino / Europa Press

Albert Soler

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Cuando Pere Aragonès no había nacido todavía, yo ya militaba en ERC, lo recalco porque estoy viendo cómo empiezan a repartirse cargos y aquí al menda no lo ha llamado nadie. De momento, me han adelantado Nadal, Campuzano y Ubasart como ‘consellers’, que tampoco es un cargo que me atraiga demasiado, pero lo que duele es el olvido. Hace 40 años yo iba lo salido que correspondía a mi edad, y la secretaria de ERC me traía loco, así que afiliarme al partido me pareció la opción más lógica para llevármela al huerto. Alguien podría aducir que fue un motivo poco patriótico, pero por aquel entonces yo tenía la patria más abajo de la cintura, y además, por pocas opciones que tuviera con la rubia, eran muchas más que la de proclamar una ‘republiqueta’, o sea que mis motivos eran de mucho más peso que los de los advenedizos que han llegado después. No pagué jamás una sola cuota, y me hice el sueco cuando me convocaban a reuniones del partido –si la rubia no asistía, qué hacía yo allí–, hasta que se cansaron de mí. Supuse que me habían dado de baja hasta que, décadas después, ya periodista, un alto cargo de ERC se me acercó con aire de complicidad y me susurró, guiñándome un ojo, “pst, ya sé que eres de los nuestros”. Imagino que hurgando en archivos salió una ficha con mi nombre, una ficha que no debía ocupar mucho espacio si en ella se incluían las cuotas pagadas y las reuniones en las que tomé parte. Pero ahí seguía yo, y probablemente aún siga. Debo ser de los militantes más veteranos de ERC, olviden mis motivos.

Dicen que la fuga de JuntsxDarRisa, o como se llamen hoy, deja 300 cargos vacantes, seguro que son más si incluimos a todos los que hay desperdigados por el mundo viviendo a la sopa boba en alguna de esas embajadas creadas para ello. No van a faltar militantes de ERC dispuestos a cobrar bien por trabajar poco, pero sería una flagrante discriminación laboral que no contaran con uno de los más antiguos, servidor de ustedes. Si me llaman hoy –ojo, que el teléfono de mi ficha ya no es válido, ahora tengo móvil–, mañana mismo me hago una foto en el puesto de trabajo con la frase: “12 d’octubre, res a celebrar”, que es una de las tareas más importantes de un cargo del ‘governet’.

Además, me lo deben, que con la rubia no conseguí nada.

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