Artículo de Ernest Folch

Las debilidades de Esquerra

La ficción de un Gobierno amplio no puede esconder la cruda realidad: Esquerra ha liquidado a Junts pero cuenta con 33 exiguos diputados y Junqueras tendrá que aceptar que está en manos de Illa y Pedro Sánchez

Rueda de prensa de Oriol Junqueras

Rueda de prensa de Oriol Junqueras / Alberto Estévez/EFE

Ernest Folch

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Esquerra ha logrado su gran objetivo inconfesable: eliminar a su hermano mayor, huir por fin de la casa donde se sentía acomplejado y empezar una nueva vida. Los republicanos han sido sumamente hábiles y aprovecharon un error de principiante de Junts (la famosa cuestión de confianza, tan mal planteada por el diputado Batet) para encontrar la coartada perfecta para decapitarlo y así empujar a las bases de su rival para hacerse el 'harakiri' final. Ha sido un plan aparentemente impecable en el que, en una de estas paradojas esquizofrénicas que solo podían suceder en el 'procés' ya extinto, han coincidido por una vez los intereses de Junqueras con los de Puigdemont: los dos querían que Junts saliera del Govern, los dos querían liquidar a la antigua Convergència, aunque por razones opuestas.

Sin embargo, el paisaje después de la batalla que emerge tras el 'shock' del pasado viernes es engañoso. Porque el viaje hacia la marginalidad de Junts indicaría que Esquerra se queda como único amo del tablero gobernando a placer. Sin embargo, las primeras horas de los republicanos evidencian las dificultades enormes con las que se van a encontrar. Es cierto que Aragonès ha creado un Govern de apariencia amplia, con guiños muy evidentes al PSC (Quim Nadal), a la antigua Convergència (Campuzano) y a los 'comuns' (Ubasart). Se trata sin duda de una maniobra inteligente pero perversa para crear la ficción de un Gobierno transversal y, sobre todo, para aislar todavía más a Junts: cualquier movimiento de Esquerra tiene todavía la finalidad oculta de arrinconar a su principal competidor electoral. Una ficción que lo que pretende es disimular la cruda realidad: Esquerra tendrá que llegar al final de la legislatura con unos exiguos 33 diputados, algo que le obliga a tender la mano a otros futuros socios si se quiere ir un poco más allá de la siguiente esquina. Por eso resultó chocante la negativa radical de Junqueras, este mismo sábado, de llegar a algún tipo de acuerdo con el PSC, con el argumento de que "muchos socialistas se calentaron las manos aplaudiendo nuestro encarcelamiento", una actitud que demuestra que el líder de Esquerra, incluso cuando ya ha ganado la batalla a Junts, antepone agravios personales a la estabilidad de su Gobierno. De repente, Esquerra aparece en el centro del tablero habiendo creado el espejismo de un Gobierno amplio y estable pero con grandes debilidades estructurales. Porque por mucho que no quiera Junqueras, por muchas filigranas que se hayan hecho escogiendo los nuevos 'consellers, el nuevo Govern es un artefacto sumamente frágil y provisional que está en manos de lo que decidan Salvador Illa o Pedro Sánchez. Después de la catarsis, también es hora de que alguien en Esquerra nos explique por qué, si en Junts son ahora tan maléficos, pactaron un Gobierno con ellos hace solo un año y medio, a sabiendas de que tenían estrategias diametralmente opuestas y venían de una anterior legislatura desastrosa: ¿que era inviable un pacto con Junts de verdad lo descubrieron hace solo unos días? Lo que demuestra este nuevo escenario, en cualquier caso, es que Esquerra ha dedicado mucho más tiempo a hacer que su socio se autoextinga que no en tejer las alianzas necesarias para sobrevivir. Junqueras debería tener en cuenta que, desaparecido Junts del escenario, todos los focos apuntan hacia él y aumenta por lo tanto la presión y la exigencia. Está muy bien gobernar como si se tuvieran 70 diputados pero, cuando en realidad solo tienes 33, es imprescindible un poco más de humildad y de generosidad.

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