Caso Lesmes: última oportunidad para evitar el ridículo
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
En el plazo máximo de una semana sabremos si España evita el monumental ridículo de tener dos de sus principales órganos constitucionales caducados a la espera de su renovación. Pedro Sánchez dio este lunes un golpe de efecto tras la renuncia de Carlos Lesmes a la presidencia del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Algún día sabremos por qué ha tardado tanto en ver lo evidente, que la situación de la institución que presidía era insostenible, pero desde hace cuatro años, no cuatro días. Sánchez actuó con rapidez y, según parece, Alberto Núñez Feijóo acudió con voluntad de aproximar posiciones, sabedor de que este asunto iba minando lenta e inexorablemente su fama de buen negociador capaz de urdir consensos. La presión del sector más conservador de la magistratura, los que entienden la justicia como un de los principales terrenos de disputa de lo que llaman la guerra cultural, lo estaba llevando a un callejón sin salida que no se puede permitir para llegar en condiciones a la presidencia del Gobierno.
Es legítimo proponer sistemas alternativos para la elección de los jueces, pero no puede ser a cambio de bloquear su renovación hasta que se tenga la mayoría para conseguirlo. Los procedimientos hay que respetarlos siempre, no solo cuando van a favor de los propios intereses.
Y los propios jueces deberían ser también conscientes que este tipo de derivas los van alejando del conjunto de la sociedad, que no necesita más problemas de los que tiene. Quienes defienden que los jueces deben elegir a los jueces que les gobiernan pierden casi toda la razón cuando presionan a los políticos para preservar sus intereses y su influencia en el nombramiento de determinados cargos.
El atasco en la renovación del CGPJ y del Tribunal Constitucional coloca un poco a España en la misma situación en la que están Polonia y Hungría, en cuarentena por lo que muchos en Bruselas consideran que es su alejamiento del acervo comunitario, las mínimas condiciones institucionales para ser consideradas democracias homologables. Que Sánchez y Feijóo salgan de los respectivos rincones del cuadrilátero de los propios jueces es una buena noticia. Lo contrario los dejaría en manos de una corporación que, por importante que sea, no lo es todo.
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