Una amenaza plausible
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Más riesgo nuclear en Ucrania

La OTAN y la UE deben afrontar la crisis desde el realismo y la prudencia y renunciar a colocar a Putin en un callejón sin salida en el que esté dispuesto a todo

Soldados ucranianos disparan obuses desde el frente en Kupyansk, en el área de Járkov, en Ucrania

Soldados ucranianos disparan obuses desde el frente en Kupyansk, en el área de Járkov, en Ucrania / SERGEY KOZLOV / EFE

Conforme se prolonga la guerra de Ucrania, crecen los riesgos de una escalada que lleve la crisis a las puertas de un ataque nuclear. Camino de los ocho meses de combates, el avance ucraniano en el campo de batalla y la unidad de acción de las potencias occidentales, una constante desde que Vladimir Putin ordenó la invasión, han llevado a Rusia a una situación de vulnerabilidad y aislamiento manifiestos, que en nada compensan los referéndums ilegales en cuatro provincias ucranianas y su posterior anexión, una violación flagrante del derecho internacional. La última variable en el conflicto ha sido la celebración en Praga de una cumbre que ha reunido a los 27 socios de la Unión Europea y a otros 17 estados de su entorno, un proyecto enunciado en mayo por Emmanuel Macron que ha dado carta de naturaleza a la llamada Comunidad Política Europea, una plataforma en fase embrionaria que, no obstante, refuerza el objetivo europeo de controlar a Rusia y a su comparsa, Bielorrusia.

Al mismo tiempo, el octavo paquete de sanciones aprobado por la UE agravará a medio plazo la economía rusa, cada vez más dependiente de los intercambios comerciales con China y la India. Aunque no se han cumplido los primeros vaticinios acerca del retroceso del PIB ruso –se pronosticó una caída del 8% en 2022, pero todo indica que se quedará en el 4%– y el rublo se ha rehecho de su desplome en febrero, Rusia asume un gran riesgo al fiar su capacidad de resistencia económica al vínculo con las dos grandes potencias de Asia. Tan cierto es que los países europeos están pagando un alto precio a raíz de la crisis energética como que las importaciones de gas ruso han pasado del 40% al 10%, con la consiguiente contracción de los ingresos en divisas, imposibles de compensar en otros mercados.

Si a esos datos se suma la reacción a la orden de movilización de 300.000 reservistas, queda plasmada de forma evidente la degradación del clima social en Rusia –la guerra ha llegado a todos los hogares– y explica la multiplicación de voces que piden contrarrestar las malas noticias que llegan del frente con una respuesta contundente: cruzar el Rubicón del recurso a un arma nuclear táctica. Porque el populismo de Putin ha dado alas al nacionalismo radical, a los predicadores en los medios de información y en las tribunas políticas que exigen la victoria cueste lo que cueste. Algo que entraña un peligro cierto de desbordamiento de todas las teorías sobre escalada nuclear, cálculo de riesgos y respuesta de los adversarios.

El presidente Putin ha alimentado ese clima exaltado al dar por segura la victoria, algo que, en la práctica, le lleva a excluir más que nunca la posibilidad de un desenlace negociado de la guerra que le obligue a encubrir una derrota. De igual manera, las dimensiones del sacrificio ucraniano y los éxitos de las últimas semanas han inducido a Volodímir Zelenski a excluir toda negociación con el enemigo si la pilota Putin. El mantenimiento de esa situación de bloqueo es humana y materialmente insostenible a medio plazo, pone en altísimo riesgo la seguridad europea y multiplica las incertidumbres de futuro, incluido el Armagedón nuclear, que Joe Biden cree ahora posible. Ese y otros temores están más justificados a cada día que pasa y obligan a la OTAN y a la UE a afrontar la crisis desde el realismo y la prudencia, renunciando de antemano a la posibilidad de colocar al Kremlin en un callejón sin salida y dispuesto a todo.