Artículo de Xavier Bru de Sala

Junts a la gloria... o al abismo

Con la ruptura se acaba un período de inestabilidad y entramos en la tranquilidad del apoyo mutuo PSOE-ERC, sin sobresaltos notables, que va a durar mientras el PSOE se mantenga en el gobierno

La presidenta de Junts, Laura Borràs, y el secretario general del partido, Jordi Turull.

La presidenta de Junts, Laura Borràs, y el secretario general del partido, Jordi Turull. / FERRAN NADEU

Xavier Bru de Sala

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Bifurcación, lo llaman, y la imagen no es desacertada. Junts abandona el carril posibilista y emprende la ruta del radicalismo. Suponiendo que no descarrile, es decir, que la parte pragmática de los maquinistas se abstenga de saltar del tren, en masa o uno por uno, el final del camino es incierto. Los partidarios de la nueva ruta ya se imaginan en la gloria a través de un empujón independentista que, esta vez sí, les consagrará como El partido, perdón, el movimiento, que se llevará el mérito de haber conducido Catalunya a la independencia efectiva. Por la directa y a velocidad tan creciente como imparable. El otro sector prevé que el supuesto ascenso hacia la gloria será en realidad un retroceso hacia el fondo del abismo.

Empezaremos a ver quién tiene razón en las próximas municipales, sobre todo en la segunda corona metropolitana y en la propia Barcelona, donde ya se puede ver cómo Ada Colau pierde el único triunfo que le quedaba, oponerse a la derecha capitaneada por Xavier Trias, mientras Ernest Maragall se recupera del susto de verse eclipsado por el exalcalde convergente. De momento, el éxito corresponde a Esquerra, que ha ejecutado de forma tan implacable como impecable –o sea, quedando limpios de culpa– las maniobras que les permiten gobernar en solitario habiendo forzado a Junts a asumir la carga de propinar, divididos, el portazo. A pesar de coincidir en el abandono del domicilio conyugal independentista, obviando en su mayoría el maltrato sistemático, las lecturas de la bifurcación a cargo de los medios son tan diversas como a menudo erróneas. El que más despistado va, de Madrid, claro, apuesta por la apertura de un período de inestabilidad en Catalunya. Al contrario, señores, al contrario, con la ruptura se acaba un período de inestabilidad y entramos en la tranquilidad del apoyo mutuo PSOE-ERC, sin sobresaltos notables, que va a durar mientras el PSOE se mantenga en el gobierno.

Para empezar, presupuestos por presupuestos y reparto del mérito entre las dos primeras formaciones del Parlament. Quizá, de propina, la presidencia del organismo a un diputado no independentista. El carril del orden bien engrasado y aseado, con la imagen del gobierno monocolor para ERC. ¿Qué le queda a Junts? La calle y las duras, crípticas y poco interesantes negociaciones para absorber de facto a la ANC, que ha sido siempre, desde que la presidió Jordi Sànchez, una filial de los convergentes, neo o post, pero que ahora se defenderá como un gato escaldado panza arriba. Poco combustible, poco, para avanzar a lo largo de unos interminables seis o siete trimestres. Si estuviera en sus manos tumbar el convoy de la estabilidad comandado por sus rivales, ahora ya irreconciliables, de ERC, pero ni eso. Solo confiar que en las próximas autonómicas, que deberían preverse para mediados de 2024 si es que la legislatura no se acerca más a los cuatro años, el tren de la confrontación cobre de repente, de forma tan repentina como inesperada, una tal velocidad que atropelle el tren del orden y haga saltar a ERC en mil astillas. Todo lo que no sea la miel de esa gloria será la hiel de su abismo.

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