Parece una tontería

Predecir el tiempo

El pronóstico del tiempo, cuando solo eres un peatón, se vuelve uno de esos asuntos serios, graves, pero sin importancia, como el horóscopo, cuyas predicciones resultan siempre tan funestas y divertidas

Lluvias del final del verano

Lluvias del final del verano / Manu Mitru

Juan Tallón

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Todavía quedan personas que antes de vestirse, por la mañana, se asoman a una ventana y observan el cielo, la calle, a ver qué tiempo hace y si en unas horas seguirá igual o quizás cambiará, y así vestirse en consonancia. Algunos días no se conforman con mirar y abren la ventana para calcular también el calor o el frío. Su confianza en los sentidos, su empirismo, son conmovedores. Fían su destino a sus propias suposiciones, y eso desprende encanto. Pero cada vez menos gente lo hace. Mucha no necesita ya asomarse al mundo a través de ventanas, como si se tratase de una maniobra desalentadora, cansina. Existen un sinfín de aplicaciones que anuncian, con solo espiar al móvil, cómo están las cosas ahí fuera, y si en unas horas irán a peor o a mejor. 

Nuestros ojos, y nuestra capacidad deductiva, despiertan demasiadas dudas. Las certezas dan tanta pereza como las ventanas. Hace unas semanas, muy temprano, le oí decir a mi mujer desde la cocina: «Hoy va a llover». Yo estaba aún en la cama, pero ya repliqué: «Tonterías». A ella le gusta mucho asomarse a la ventana. Yo, sin embargo, había consultado la predicción el día anterior media docena de veces, y ni rastro de lluvia; huevo frito a lo más. Marta se fue a trabajar y yo cumplí con mis rutinas, y al llegar el momento, le puse un pantalón corto a mi hija, y al salir a la calle para dirigirnos al colegio, descubrimos que estaba lloviendo. Además, hacía frío. Media vuelta.

Me parece bien que las predicciones del tiempo yerren de vez en cuando. El error deja apenas heridas leves, como mojarse porque no cogiste el paraguas, o penar todo el día con él en el brazo porque al final no llovió. Aunque la levedad, al final, es un asunto personal. El jueves, sin ir más lejos, un periódico nacional consideró necesario publicar una fe de errores porque «los datos y el pronóstico del tiempo publicados ayer [por el miércoles] corresponden a los del pasado 5 de julio. Pedimos disculpas a nuestros lectores». 

El pronóstico del tiempo, cuando solo eres un peatón, se vuelve uno de esos asuntos serios, graves, pero sin importancia, como el horóscopo, cuyas predicciones resultan siempre tan funestas y divertidas. Te haces mayor y sigues sin tener claro qué hay de timo y qué de efectivo en esos vaticinios ambiguos que dicen que hoy será un buen día para los negocios, o que conocerás a alguien interesante. El hecho de incluirse junto al crucigrama o el sudoku, donde al final todo cuadra, a veces te alienta a creer. Pero otros días te parece sin duda un género de ficción. Tuve un compañero que se encargaba de las páginas de televisión y pasatiempos en un diario local. Un día me preguntó qué signo era. Le dije que Acuario y en dos segundos improvisó: «No son tus mejores horas. Controla. Si puedes cerrar un acuerdo, no lo dudes. Mueve tus energías. Saldrás de esta». Lo escribió y al día siguiente se publicó tal cual, y en todos los años que vinieron después la predicción se ha cumplido varias veces, como en las novelas.