Ley del 'sí es sí': esas manadas que siguen sueltas
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
Los estudiosos del derecho llevan un par de décadas analizando lo que llaman “la ley compulsiva”. Según han comprobado, la información en tiempo real mezclada con el populismo político da pie a un exceso de actividad legislativa que acaba generando un incremento de normas muy a menudo de difícil cumplimiento. Legislar, además de popular, en muchas ocasiones es lo más barato porque, de entrada, no requiere poner más medios para las políticas públicas. Entra en vigor la ley de garantía integral de la libertad sexual que el periodismo hemos bautizado como la ley de “solo el sí es sí”. Esa ley es una respuesta que algunos pueden considerar compulsiva a la sentencia exculpatoria de la violación múlitple del caso denominado de “la manada”. Los jueces vinieron a decir que solo una negativa explícita protege a las mujeres de librarse de una violación salvaje. Por eso, la respuesta es que solo el consentimiento explícito puede considerarse una conformidad. Y todo lo demás es negación. Llegar a esa casuística que llega la nueva ley merece la burla de muchos. Pero la realidad se impone.
Coincidiendo con la entrada en vigor de la ley, se ha hecho viral un video de unos jóvenes de un colegio mayor masculino que profieren todo tipo de barbaridades dirigidas a las chicas de un colegio mayor femenino. No hay ritual que pueda amparar semejante barbaridad. Visionando el video, las dudas que uno pueda tener sobre la nueva ley se diluyen por completo. Padres y educadores somos incapaces de acabar con ese machismo que degrada a la mujer hasta matarla. No se si la nueva norma permite actuar a la Fiscalía de oficio contra esa manada amparada por una institución educativa. Pero estaría bien que lo hiciera.
El negacionismo machista es una forma de terraplanismo. Esos aullidos no hay rito iniciático juvenil que los pueda amparar. Son propios de una manada antes de lanzarse sobre sus presas. Lo razonable sería que los regentes de ese colegio les enseñaran que eso no se hace y que eso no se dice. O que lo hicieran sus padres y madres ni que fuera pensando en sus propias hijas. Pero si nadie hace bien su trabajo ni asume sus responsabilidades, el Estado acaba haciendo leyes. No es lo deseable. Pero sería mejor gastar las energías en evitarlo que en combatirlas.
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