Apunte

Esperpento

Julen Lopetegui, en un partido del Sevilla.

Julen Lopetegui, en un partido del Sevilla. / Joaquin Corchero / AFP7 / Europa Press

Mónica Marchante

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Cuando un periodista cuenta por décadas su recorrido en el periodismo deportivo futbolero, ha vivido muchas cosas. Muchas formas de terminar con los entrenadores cuando ya no sirven a quien los contrató. O cuando los resultados dictan sentencia aunque no haya un único culpable. Una de las máximas del mundillo dice que «es más fácil echar a uno que a veinte» o «la cuerda se rompe siempre por el más débil».

No es la primera vez que un entrenador está en un banquillo dirigiendo un partido sabiendo que, pase lo que pase, será el último y no por decisión propia. De las situaciones más grotescas que vi fue la de Luis Aragonés ganando la Eurocopa en Viena, sin que la RFEF de Villar le hubiera renovado (cosa que sí hizo con todos los anteriores) y con Del Bosque cerrado para relevar al artífice del éxito. La cara del director deportivo de entonces, Fernando Hierro, era un poema aquel día.

Teatro de lo absurdo

Lo del Sánchez Pizjuán de este miércoles superó cualquier episodio anterior. Lopetegui en cuerpo presente, en la banda sabiéndose cesado a través del minuto a minuto que retransmitían los medios, coreado su nombre por una afición que le mató al llegar, rectificó con sus éxitos y le reconoció ante el esperpéntico martirio final. 

Faltó que por megafonía se anunciase a Jorge Sampaoli como nuevo entrenador mientras el argentino volaba desde Brasil.

Un teatro de lo absurdo que tuvo su minuto de oro cuando Julen se retiraba entre lágrimas y Monchi, su gran valedor al principio, durante y hasta el final, le abrazó y llevó hasta el centro del campo como queriendo desmarcarse de la destitución del guipuzcoano. Para entonces, el presidente ya había desaparecido del palco, escondido tras el parapeto del director deportivo, que sin duda es el máximo responsable de la confección de la plantilla, sí, pero no de los números que han condicionado sus operaciones.

Julen no estuvo a la altura cuando negoció con Florentino a espaldas de la RFEF. Después, el Madrid lo maltrató en su destitución en un injusto comunicado. Ahora esto. Está claro que a saber irse también hay que aprender.  

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