Precariedad juvenil
No puede ser que, después de la crisis financiera global, la pandemia y otras sacudidas que tenemos actualmente, los jóvenes sean los grandes perdedores
Oriol Amat
Catedrático de Economía Financiera de la Universitat Pompeu Fabra.
Esta semana se ha presentado el último informe de Indicadors de Progrés i Benestar de la Cambra de Comerç. Una de sus partes más destacables se refiere a la situación económica de los jóvenes. La principal conclusión es que la precariedad juvenil está aumentando. También se está ensanchando la brecha entre la juventud y el resto de las personas que trabajan. En este artículo expondremos algunos datos que permiten hacerse una idea de la magnitud del problema y apuntaremos posibles soluciones.
Para empezar, veamos algunos datos de la Cambra: la brecha salarial entre los jóvenes y el resto de la población ha aumentado mucho desde los inicios de la crisis financiera global de 2008. Como muestra podemos indicar que poco antes de 2008 el salario medio del conjunto de trabajadores era un 9,4% más que el de un trabajador joven (entre 16 y 24 años). En 2020, la brecha había subido hasta el 21,3%. Es posible que el hecho de que las personas de mayor edad tengan más experiencia pueda justificar parte de la brecha, pero no lo explica todo. Los jóvenes también tienen mayor empleo a tiempo parcial, y en la mayoría de los casos es una contratación a tiempo parcial no deseada. En el caso de los jóvenes, el 27,2% de los contratos son a tiempo parcial, mientras que en el resto de la población esta ocupación representa solo el 10,5%.
Y los jóvenes también sufren más el paro. Actualmente, la tasa de paro de los jóvenes es del 25%, mientras que en el conjunto de la población es del 9,3%. Por tanto, nos encontramos con que los jóvenes tienen menos trabajo, y el que tienen es de peor calidad y de menor retribución. La peor situación económica de los jóvenes tiene consecuencias. Por ejemplo, en temas tan relevantes como la emancipación o tener hijos. Recordemos que solo el 8% de los jóvenes entre 20 y 24 años se marchan de casa, mientras que en Europa este dato es del 30%. Y en la franja de edad entre los 25 y los 29 años, los que se marchan de casa aquí son el 39%, mientras que en Europa lo hacen el 59%. Es lógico que haya menos emancipación, ya que la mayor parte del sueldo de un joven se come el alquiler de la vivienda, que sigue disparado.
En definitiva, dado que el objetivo de la economía es mejorar el bienestar de la población, está claro que con los jóvenes el sistema está fallando de una manera que no podemos admitir. Viendo esta situación queda claro que los jóvenes de hoy, en líneas generales, viven peor que los ‘mileuristas’ de 2007. Menciono a los ‘mileuristas’ porque es un término que se popularizó en los años previos a la crisis financiera global para referirse a las personas que tenían un puesto de trabajo y retribución por debajo de sus expectativas laborales. Ante esta realidad, es necesario aplicar sin más dilaciones medidas efectivas.
Las posibles medidas deben tener varias dimensiones. Por un lado, debemos conseguir una economía que genere más riqueza. Esto pasa por aumentar la inversión en innovación para que las empresas ofrezcan productos más competitivos que generen más ventas y mayor valor añadido. De esta forma, las empresas pueden aumentar el empleo y ofrecer mejores salarios y otras ventajas sociales. Desgraciadamente, esto es lo contrario de lo que estamos haciendo. En nuestro país, el gasto en I+D se ha reducido mucho desde 2008, mientras que en el resto de Europa, e incluso en países como Portugal, ya es más elevado. Otra medida es que la regulación y las empresas deben equiparar la retribución al tipo de trabajo, de modo que los mismos trabajos tengan los mismos sueldos. También pueden ayudar a reducir la precariedad los sucesivos aumentos del salario mínimo interprofesional. Y es imprescindible poner más recursos en ámbitos como la ayuda al alquiler juvenil o en el sector público donde los jóvenes están muy precarizados, como es el caso, por ejemplo, de las universidades y la investigación, donde la precarización está generalizada, sobre todo en los jóvenes.
En resumen, tenemos un problema que nos interpela a todos. Está claro que el modelo socioeconómico actual requiere transformaciones importantes y los jóvenes también deben estar en el centro de las políticas públicas y las estrategias empresariales. No puede ser que, después de la crisis financiera global, la pandemia y otras sacudidas que tenemos actualmente, los jóvenes sean los grandes perdedores.
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