Artículo de Olga Merino | La espiral de la libreta

Mujeres infantiles, mujeres locas

Reflexiones en torno al nuevo protocolo sobre el aborto farmacológico

Manifestación a favor del aborto en EEUU.

Manifestación a favor del aborto en EEUU.

Olga Merino

Olga Merino

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La Conselleria de Salut anunció el otro día un protocolo según el cual las embarazadas podrán interrumpir la gestación, si así lo desean, tomando medicamentos hasta la semana 14, medida que representa un gran avance en la normalización y accesibilidad de un derecho. El aborto farmacológico no precisa anestesia general y resulta menos invasivo para el cuerpo que la interrupción quirúrgica. Bien.

El nuevo protocolo da pie a reflexionar sobre un asunto que ha pasado desapercibido desde que el Gobierno impulsó la modificación de la ley del aborto, casi ignorado porque los grandes titulares los copó la exención del permiso paterno a las mujeres de 16 y 17 años. Me refiero a la eliminación del llamado «periodo de reflexión». Antes de la reforma, había que permanecer obligatoriamente tres días dándole vueltas al dilema, como si la mujer que opta por abortar, una durísima decisión, no llegara a la clínica «reflexionada» hasta el hipotálamo. Además, se entregaba un sobre cerrado con información sobre las ayudas públicas a la maternidad y, en según qué comunidades, se incluían datos que remitían a asociaciones antiabortistas. Ambos gestos apenas disimulan su intención disuasoria. Una vez más, se aspira a tutelar e infantilizar a la mujer; piénsalo bien, alma de cántaro, no sabes lo que te haces.

Iluminadas

Leí con sumo interés la estupenda entrevista que, la semana pasada, le hizo el periodista Toni Sust a la exconcejala de Ciutat Vella Itziar González, con motivo del reconocimiento que se le ha tributado en el Ayuntamiento (sin el PSC, por cierto). La arquitecta sufrió un calvario de 14 años por denunciar una trama de corrupción vinculada a la concesión irregular de licencias para pisos turísticos, además de comparecer como testigo en el caso del Palau de la Música. Entraron en su piso reventando la puerta y le robaron ordenadores, la amenazaron de muerte, la acosaron con llamadas telefónicas de esas en que se escucha una respiración ansiosa… No quisiera entrar en consideraciones políticas, en la inhibición consistorial, sino en la experiencia íntima: la exconcejala ha debido de sentirse muy sola en este largo exilio interior. Se puso en entredicho su cordura. La llegaron a tildar de «iluminada» y «problemática» por señalar el pozo pestilente de la corrupción. (A un hombre quizá lo llamen «cabrón» para desacreditarlo, pero rara vez «chalado»).

Parece repetirse un patrón idéntico cada vez que una mujer reivindica sus derechos, hace oír su voz o se sale de la norma solícita y fantasmal. Hacen luz de gas a la pobre niña tonta, a la loca desquiciada.

Suscríbete para seguir leyendo