Artículo de Sergi Sol

A carcajada limpia

Que la democracia es respeto es una máxima que brilló por su ausencia en el acto de Puigdemont por el aniversario del 1-O

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante la manifestación para conmemorar el quinto aniversario del 1-O.

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante la manifestación para conmemorar el quinto aniversario del 1-O. / Lorena Sopêna - Europa Press

Sergi Sol

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Cuando Carme Forcadell presidía la ANC vivió un episodio muy revelador de su personalidad. Celebraban una asamblea en Lleida e invitaron al cónclave al alcalde y dirigente del PSC Àngel Ros.

Fue llamar a Ros al escenario y empezaron los abucheos. La Forcadell cortó de cuajo la bronca. Se levantó y se puso a su lado en pleno chaparrón. Agarró el micro y con autoridad reprochó a los exaltados su actitud. Vehemente, recordó que democracia también es respeto.

Nada que ver con la actual presidenta de la ANC, que no solo ampara los abucheos e insultos. Además, los justifica ‘a posteriori’ metiendo al Rey de por medio. Y ya no contra un dirigente del PSC, sino contra una mujer que la precedió en el mismo cargo y a la que no llega ni a la suela de los zapatos en compromiso, dignidad y valentía.

Jordi Cuixart vivió algo parecido en las fiestas de Gràcia. Invitado al pregón junto a la alcaldesa Colau vivió una escena similar con gentes del mismo pelaje. También salió al paso de los abucheos a Colau y exigió respeto. Era el presidente de Òmnium y no dudó en mojarse porque sabía que en su cometido también estaba dar la cara por otros.

Nada de eso sucedió en la tarima del decadente acto ideado por Puigdemont para patrimonializar el lustro del 1-O. De algunos no cabía esperar nada. De otros… Tal vez les pudo ese miedo que atenaza en estas situaciones. Te disgusta, pero no te atreves a enfrentarte a la jauría, no sea que también vayan a por ti.

Claro que la palma se la llevaron los diputados del laurismo, que acompañaron el grotesco espectáculo a carcajada limpia. Se regocijaron, disfrutaron con ello. Y para nada disimularon. Estaban en su salsa. Los que sí se abochornaron fueron gentes como Josep Rull. Este no daba crédito e intentó, en vano, silenciar el estruendo con un aplauso. O el ‘conseller’ Jaume Giró, que a buen seguro sintió vergüenza.

Pero la traca final estaba por llegar. Puigdemont pudo amagar con ser un líder transversal y salir, ante sus fieles, en defensa de la vapuleada Forcadell. Para milagros hay que ir a Lourdes.

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