Guerra de Ucrania: políticos arrogantes e ineptos
Jóvenes obedientes, hijos de familias anónimas, bajo las órdenes de un superior acuden al campo de batalla a matar a otros, que a su vez han sido mandados por los suyos
A día de hoy no se conoce a ciencia cierta el número exacto de víctimas que se ha cobrado la guerra de Ucrania. Las Naciones Unidas contabilizan casi 6.000 civiles muertos, entre ellos más de 370 niños. Personas inocentes cuyas vidas se han truncado porque alguien ha decidido que se debe iniciar una invasión y la consiguiente guerra. Un problema político manejado por unos cuantos arrogantes e ineptos que, de la noche a la mañana, mandan al frente a jóvenes obedientes, hijos de familias anónimas, que bajo las órdenes de un superior acuden al campo de batalla a matar a otros, que a su vez han sido mandados por los suyos. Algunos irán convencidos, llenos de patriotismo; otros aterrorizados lucharán por sobrevivir; pero con el paso de los días ambas partes, sea la invasora o la invadida, dispararán movidas por el odio al enemigo, con la necesidad de vengar a sus compañeros muertos y a sus familiares desaparecidos. Porque para ellos, una vez iniciada la contienda, lo de menos es el motivo por el cual se ha originado, a partir de cierto grado de dolor y destrucción, solo les impulsará la aniquilación de quienes les causan sufrimiento. No hay nada que una tanto a las personas como el odio hacia un enemigo común.
Se habla de más de 40.000 soldados rusos abatidos y, se supone otros tantos soldados ucranianos. Un despropósito inimaginable en la Europa del siglo XXI.
¡Cuánta hipocresía rodean a las guerras! El asesinato, que en una situación de paz sería penado con el máximo castigo para una persona civil, para un soldado en tiempo de guerra se transforma en un acto heroico. Alguien dijo una vez que las guerras solo serían justas si solo matasen a los culpables. Ni siquiera así lo serían. A día de hoy, ¿quién puede justificar un conflicto bélico como salida a un conflicto político?
Ahora, en Rusia, muchos reservistas reclutados huyen asustados porque temen ser mandados al frente a matar; si huyen es porque les importa antes su vida que el sentimiento de defensa patria que se les demanda. Decía un reservista que huía: “Me niego a que me manden a asesinar a nadie”. Ojalá todos los implicados dijesen un día lo mismo; sería la única manera de parar esta masacre.
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