1-O: no hay más cera que la que arde
Estrenaré octubre con los dietarios de Miquel Pairolí, a quien el cáncer se llevó antes de hora
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
El sábado se cumplen cinco años exactos de aquel 1-O de las urnas y las porras, el culmen de otro lustro de movilizaciones masivas en la calle. De ilusiones rotas, grandes batacazos, torpezas, brechas de difícil sutura. Visto en perspectiva, despojando de hojas el corazón de la alcachofa, el asunto se comprime en una verdad última: aun cuando la aspiración a la independencia es legítima, no se puede pasar por alto ni despreciar la opinión de la otra mitad de catalanes. Punto. No hay más cera que la que arde.
Nadie ha dado explicaciones ni pedido disculpas por los errores. Más todavía, el aniversario coincide con la descomposición del Govern, con la enésima discusión bizantina entre ERC y Junts sobre quién es el verdadero guardián de las esencias. Tras el doloroso ‘procés’, sobrevinieron la pandemia, y ahora la desazón se agudiza con una guerra cruel en Europa, la espiral inflacionista de los precios y la contundencia con que el cambio climático viene avisando.
Existía una banda rockera en los años 80, una escisión de Alaska y los Pegamoides, que se llamaba Parálisis Permanente. Pues eso: conviene ponerse las pilas, aceitar engranajes, volver a pisar el polvo del camino. Esta misma semana, Unicef advertía del riesgo de que la pobreza infantil se cronifique en Catalunya.
LA LUZ DEL OTOÑO
También el sábado comienza el otoño de verdad con el estreno de octubre, el mes favorito de mi estación preferida. El tiempo de la siembra en todos los sentidos. El aire es más fino, y ya refresca por las noches. Poco a poco, las hojas de los plátanos irán virando hacia el amarillo y la luz, tan líquida y escandalosa en verano, se hará más densa, casi sólida, con la consistencia espesa de la miel. Este sábado 1-O será de recogimiento, al menos para mí, dedicado a la lectura de los ‘Dietaris’ de Miquel Pairolí (1955–2011), reeditados por la editorial Gavarres. El autor, gran especialista en Josep Pla, era un hombre dotado de un gran poder de observación. Vivía en Quart, cerca de Girona, apegado a la tierra y sus ciclos, al paisaje de la infancia. Le interesaban la música y el misterio de la escritura. El último de sus dietarios se titula precisamente ‘Octubre’, que anoche comencé a picotear. Parece que el paso del tiempo es el gran tema de Pairolí, a quien se llevó el maldito cáncer antes de hora.
Para su funeral dejó escrito un texto de despedida sin patetismos que constituye un divisa para seguir viviendo: «A l´hora del comiat, només dos mots d’Horaci: carpe diem, amics, companys, beveu el vi, gaudiu la mel. Que la vida és breu i passa, i tot és ara i res».
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