Limón & vinagre

Silvio Berlusconi: la orgía perpetua

El líder de Forza Italia parece de otra época pero define perfectamente esta: caudillo con soluciones fáciles para problemas complejos, demagogo, conocedor de las debilidades humanas, sinuoso, taimado y hábil

El líder del partido Forza Italia, Silvio Berlusconi, emite su voto en un colegio electoral en Milán.

El líder del partido Forza Italia, Silvio Berlusconi, emite su voto en un colegio electoral en Milán. / FLAVIO LO SCALZO / REUTERS

José María de Loma

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De entre los muchos fracasos que ya acumula uno no es menor el de no haber conseguido que el personaje de esta semana en esta sección fuera Íñigo Onieva. Un piernas, que diría Cela. Pero el tal Onieva ha pedido perdón, lo que le honra, a Tamara Falcó, con la que se iba a casar, luego de un vídeo en el que se le ve intimando bucalmente con otra mujer mientras suena la música y sus ojos delatan que no está en el peor momento de su vida. De esos festivales a lo Onieva (hacerse un Onieva) se ha pegado muchos Berlusconi en su vida. De hecho, siempre me lo imagino participando en la escena de la fiesta con la que se inicia 'La gran belleza', de Paolo Sorrentino. No es exactamente el que grita groserías; pero participa activamente en el jolgorio y el baile. Así, con esa sonrisa en un rostro como de cera, festivo y elegante, ruidoso y volcánico, traje doble pecho, ha ido pasando por la vida este periodista deportivo, empresario, magnate de los medios, político y conspirador.

Berlusconi parece de otra época pero define perfectamente esta: caudillo con soluciones fáciles para problemas complejos, demagogo, conocedor de las debilidades humanas, sinuoso, taimado y hábil. Lo mismo hace dinero que gana unas elecciones, lo mismo inventa un formato televisivo que se monta una juerga con veinte diecisieteañeras y un 'dj' en tanga. En el reciente documental, no se lo pierdan, producido por Movistar titulado 'La Liga de los hombres extraordinarios', uno de lo participantes define a la perfección qué fueron gentes como Jesús Gil, Caneda, Lendoiro, Ramón Mendoza, Lopera o Gaspart: «Berlusconis de Hacendado». Pero que nadie se confunda: ahora es fácil rechazar su obra y figura, pero entonces, en los 90, y no solo para presidentes de equipos de fútbol, Berlusconi era un modelo a seguir. Un modelo de éxito, un poco lo que fue Mario Conde durante una época aquí. Y ahí sigue. Berlusconi, no Conde.

Bueno, Conde también, que ahora va de nuevo mejor amigo de Macarena Olona, mujer aguerrida, súbitamente enferma, súbitamente sana, andaluza si conviene y peleona siempre. Sueña Olona con ser Meloni sin reparar en el pequeño detalle de que a ella la votan mucho menos. Quizás vuelva a intentarlo, que la voten, sí. Podría fundar un partido, un engendro, una formación, una coalición o un club de fans o caminantes en unos meses, si como dijo ayer mismo en una entrevista en Canal Sur Radio, «se demuestra que Vox no ha sido alternativa en las municipales». Pero volvamos a nuestro personaje, que si no el texto va a tener más vericuetos y meandros que la vida de Berlusconi, milanés del 36, tres veces primer ministro, titular de Exteriores, dueño del AC Milan, tiernamente ilusionado en el amor con su novia 53 años menor que él. Su partido, Forza Italia, ha obtenido un 8% en las elecciones del domingo, nada que ver con porcentajes mayoritarios.

Aunque él en su circunscripción sí ha salido muy bien parado. Pero ese ocho, esos escaños, uno para Berlusconi, son decisivos para que el polo de derechas, que comanda Meloni y al que también pertenece Mateo Salvini, se haya impuesto con el 44% de los votos. Berlusconi quiere ser presidente del Senado. No importa cuándo lea esa frase, no importa qué Senado, no importa a qué precio y no importa, piensa él, que a la vez sea, o fuese, dueño de televisiones, accionista de cientos de compañías, magnate, corrupto, vividor (esto no lo digo peyorativamente), golfo financiero y de todo y más. Vuelve al Senado del que fue expulsado en 2013 tras ser condenado a cuatro años de prisión por fraude fiscal en el caso Mediaset. 85 años lo contemplan y siempre con esa filosofía de que lo mejor (la mejor fiesta) está siempre por llegar. Inmune al ostracismo, con una sonrisa como de ir a cogerte, sobre todo si eres mujer joven, por la cintura para meterte en un baile o una conga. O en un consejo de administración.