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La ficha que ha movido Aragonès

La vía quebequesa está en las antípodas de la DUI que propone la ANC

El ’president’ de la Generalitat, Pere Aragonès, en el Parlament.

El ’president’ de la Generalitat, Pere Aragonès, en el Parlament. / FERRAN NADEU

Albert Sáez

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El ‘president’ Pere Aragonès ha planteado el debate de política general sobre dos ejes. En uno, ha apostado por un plan de 300 millones para luchar contra la inflación con los recursos y las competencias de la Generalitat. Más intenciones que realidades. En el otro plano ha puesto sobre la mesa una propuesta. Se trata de algo concreto pero circunscrito al mundo de los muy cafeteros: la vía quebequesa. Los juristas ya explicarán qué es y cómo funciona. Ahora quedémonos con la superficie de la propuesta. Está en las antípodas de la nueva DUI que propone la ANC y una parte de Junts. Y pone sobre la mesa algo concreto para dialogar en la mesa entre gobiernos. Se le podrá decir que se tira a la piscina sin agua en ninguna de las dos riberas del conflicto, pero nadie le podrá negar que trata de salir del bucle entre la magia y el suflé. No ha sido recibido con excesivo entusiasmo. El líder de la oposición, Salvador Illa, que no negó apoyos para el plan anticrisis, descartó esa vía surgida en Canadá, y volvió a su posición conocida, votar un acuerdo. Desde las filas republicanas fueron a la hemeroteca para encontrar un corte de voz de Miquel Iceta a favor del método canadiense.

Igual estaría bien que Aragonès tratara de debatir su propuesta también fuera del Parlament. Seguramente los irredentos no le harán ni caso. Pero los inteligentes verán que hay algo positivo en este paso: en lugar del 'yo me lo guiso, yo me lo como' del 6 y 7 de septiembre de 2017, alguien desde el independentismo reconoce que votar sin acordar el método ni las reglas es perder el tiempo y tensar la sociedad sin consecuencia positiva alguna. Todos vamos a mirar a ver qué hace Junts, al que todavía en Barcelona y en Madrid muchos le dan la autoridad para legitimar cualquier propuesta hecha en nombre de Catalunya. Pero lo verdaderamente rompedor sería que alguien desde el resto de España aceptase el reto. No para decir que sí, sino para elaborar una propuesta alternativa, con otro enfoque pero que trate de incluir a los que abogan civilizadamente por la independencia, por pocos que sean. Aragonès ha movido ficha y en el corto plazo a muchos les puede interesar que se quede compuesto y sin novia. Lo más relevante de la vía quebequesa es que se pensó con una mirada larga política.