Opinión

El Reino Unido y el triángulo fiscal de la perdición

Política fiscal, inflación y política monetaria conforman un trío de elementos en tensión de complejas consecuencias

Liz Truss.

Liz Truss. / AFP

Eduardo López Alonso

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El anuncio de una bajada de impuestos en el Reino Unido ha desatado el Armagedón. De entre las interrelaciones existentes en el mundo económico existe un triángulo temible que es todo menos amoroso. Se trata del trígono que forma la política fiscal, la inflación y la política monetaria. Y está hoy más vigente que nunca con la política económica de Liz Truss. Resulta que si en una situación de alta inflación como la actual se bajan los impuestos el resultado tiende ser insuflar aire a presión en una gran hoguera de alza de precios. Cualquier banco central independiente reaccionará con una subida de tipos decidida para evitar que la inflación siga subiendo más y más. Y en esa pugna entre el vademécun derechón de pacotilla que siempre aboga por bajar impuestos y la actual subida de precios por la guerra de Ucrania, la salida de libro es subir tipos. Y en ese tira y afloja, los ciudadanos son los que pagan las consecuencias. La crisis de los años 20, esta vez de este siglo, parece que será más profunda de lo previsto. Es difícil todavía saber qué receta es la adecuada para que la locura gubernamental de Liz Truss o de todos aquellos que quieran bajar impuestos tenga menos impacto del temido. No queda claro como será este triángulo, si ambligonio, acutángulo, isósceles o escaleno. Al margen de la nimiedad de los bautismos, la responsabilidad de los Gobiernos es exigir a los técnicos que evalúen las consecuencias de las decisiones. El Ejecutivo de Truss no ha difundido las consecuencias de una bajada de impuestos como la que pretende. Eso es lo más temible del asunto. Y en el resto de Europa también resurge el fantasma de la derecha de miras más estrechas. Bajadas de impuestos en momentos de alta inflación y guerra. Populismos. Seguidismo europeo a las subidas de tipos en EEUU. Son momentos de cambio y la vieja Europa debe encontrar nuevos caminos para consolidar el Estado del bienestar.