Dos melones y el fascismo
Zizek advertía que la farsa "puede ser más terrorífica que la tragedia original". Y esto es lo que está pasando en Italia. Melones, fiesta tricolor y fascismo en el poder
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Josep Maria Fonalleras
Dentro de un mes se cumplirán cien años del episodio en el que la turbamulta fascista, que ya había herido de muerte a la democracia con violencia y con un asedio constante de terrorismo cotidiano a las instituciones y a los militantes de izquierda, con un objetivo claro (quien la dirigía sabía perfectamente que el plan consistía en esa imposición del miedo sistemático) cogió trenes o coches y motos y todo tipo de vehículos (también caminando) para avanzar hacia Roma. Fue la marcha de los camisas negras sobre la capital, que culminó con la llegada triunfal de Mussolini y con un desfile tenebroso, a finales de octubre, que instauró por la fuerza bruta de la masa enardecida el régimen del 'fascio'.
Cien años después, el día mismo de las elecciones, la candidata Giorgia Meloni cuelga un vídeo en TikTok donde bromea con su nombre y se pone dos 'cantaloups' a la altura de los senos y recuerda que “ya está todo dicho”. Me cuesta imaginar peor gusto y más machismo en otro lugar del mundo. Este tipo de cosas solo pueden ocurrir en un país que tuvo como mandatario a un cantante de cruceros que ahora arrastra su faz de momia y que fue, de hecho, quien introdujo el neofascismo como plausible hipótesis de Gobierno. Sufrimos ahora el tsunami que llegó como una incipiente ola populista basada en la superficialidad y la frívola inconsciencia del instante, la luminaria del espectáculo. Meloni fue, este verano, “la sirena tricolore” en la portada de una revista del corazón y el negro fascismo de hace cien años se convirtió en el rostro y el cuerpo de una mujer que lucía un traje de baño con la bandera italiana.
No hay que confundirse, sin embargo. Hegel defendía que la historia era circular y se repetía, y Marx le dijo que la tragedia retorna, pero la segunda vez en forma de farsa. No nos confundamos. Zizek advertía que la farsa "puede ser más terrorífica que la tragedia original". Y esto es lo que está pasando en Italia. Melones, fiesta tricolor y fascismo en el poder. ¿Por qué? Miles de razones, pero una esencial: la práctica desaparición de un discurso progresista auténtico, cualificado y efectivo. Resuena aquella airada diatriba de Nani Moretti, en la película 'Aprile', contra Massimo d'Alema cuando callaba ante el primer Berlusconi: “¡Di algo de izquierdas, di algo progresista, di algo!”. Llevan tiempo callando o, desdibujados por los monstruos, no recuerdan que la democracia es, sobre todo, antifascismo. Y, en Italia, más.
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