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Sánchez y la reforma de la ONU
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
Pedro Sánchez, mejor asesorado habitualmente en política exterior que interior, se ha sumado a la propuesta de Joe Biden de reformar el sistema de Naciones Unidas. Este jueves se volvió a abrir un abismo entre el Consejo de Seguridad y la opinión pública gobal. Rusia vetó una resolución contra la escalada bélica de Putin. El sistema ONU, basado en los pesos y contrapesos, es aún heredero del mundo posterior a la segunda guerra mundial. Se organiza entorno a un equilibrio entre la mayoría democrática y el uso de la fuerza. El arma nuclear convierte a unos estados en decisivios y al resto, en sus satélites. Hoy, la realidad no es así. Los estados, grandes o pequeños, buscan generar interdependencias y las redes de ciudades, por ejemplo, tienen más impacto en la vida cotidiana que los bloques militares. La ONU necesita adaptarse a la globalización. Y no lo podrá hacer mientras el veto siga siendo el eje de su toma de decisiones. Mientras, de hecho, sea más importante tener armas nucleares que acreditar un acervo democrático.
El premio Nobel Joseph Stiglitz escribió un magníifico libro titulado 'El malestar de la globalización'. Afeó a Estados Unidos y a la Unión Europea que aceptaran a Rusia y China en los acuerdos de libre comercio sin exigirles ese mínimo acervo democrático. Las consecuencias con Rusia ya las estamos padeciendo en toda su intensidad. Y la presidenta von der Leyen advertía en su discurso sobre el estado de la unión que corríamos un peligro similar en China. La España de Franco entró en Naciones Unidas siendo una dictadura, pero no en lo que entonces era la UE. Y nunca fue socio preferente en la OCDE. Democracia y libre mercado son dos caras de la misma moneda. El arma nuclear no puede servir de salvoconducto para disfrutar del segundo sin adecuarse al primero. Esta ONU resulta cada día más antipática a buena parte de la población. Gustar a los Estados no es suficiente, aunque la real política obliga a tratar con los más desagradables, pero no se les puede dar la capacidad de veto. Esas votaciones en el Consejo de Seguridad desincentivan a los países sin arma nuclear que no son una democracia. Y desalientan a los que en el interior de Rusia o China luchan por ganarla. Sánchez, tiene razón. En política exterior sigue buenos consejos.
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