Décima avenida

Mujer, vida y libertad

En Irán y en el Occidente de las guerras culturales defender los derechos de las mujeres es defender las libertades y la democracia ante la ofensiva reaccionaria

Ilustración de Leonard Beard para el artículo de Joan Cañete del 23/9/22

Ilustración de Leonard Beard para el artículo de Joan Cañete del 23/9/22 / Leonard Beard

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

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Mujer, vida y libertad. Este es el lema de las manifestaciones que desde hace varios días se expanden por Irán en protesta por la muerte de una joven kurda, Mahsa Amini, en una comisaría después de que fuera detenida por la policía moral acusada de no llevar de forma correcta el velo. En las redes, algunas chicas iraníes se cortan el pelo en protesta, y en las calles, chicas y chicos jóvenes se enfrentan a la policía iraní en una protesta en la que confluyen muchas de las complejidades de la sociedad iraní: la brecha generacional, la distancia insalvable entre la élite del régimen y la calle y las incertidumbres política (el relevo del ayatolá Jamenei) y económica. Pero ante todo, conviene no perderlo de vista, es una protesta en su mayoría de mujeres, jóvenes, en contra de la policía de la moral (cuya única razón de ser es fiscalizarlas y castigarlas si no cumplen las normas sobre vestimenta y comportamiento en el espacio público) y de la discriminación que sufren, de la cual la obligatoriedad de llevar el velo en público es el símbolo más evidente. No es la primera vez en los últimos años que el régimen de los ayatolá se enfrenta al descontento popular, y es de temer que si la protesta crece las medidas represivas irán en aumento. Hasta ahora, han muerto ya varias decenas de personas, aunque la decisión del régimen de limitar el acceso a internet dificulta el acceso a información.

Mujer, vida y libertad (Jin, Jiyan, Azadi) es uno de los lemas más populares del feminismo kurdo. Kurda era Mahsa Amini (de Sanandaj, la capital administrativa del Kurdistán iraní) y kurdas son las zonas en las que primero prendieron las protestas. Aun así, no se trata de un alzamiento del nacionalismo kurdo, por mucho que el feminismo tenga un peso muy importante y las mujeres un papel trascendental en las reivindicaciones nacionalistas kurdas. Son mujeres –y también hombres– que exigen el fin de la discriminación a la que las somete la visión tradicionalista y extremadamente conservadora y reaccionaria del régimen islámico iraní. Es una protesta feminista. No caben, pues, debates relativistas (y en muchas ocasiones orientalistas) habituales en foros de la izquierda sobre lo que de verdad implica el velo en la sociedad iraní, de su papel identitario e incluso de su función de empoderamiento. No hay empoderamiento posible en ser detenida por llevar el velo ligeramente torcido, torturada, golpeada y asesinada. Las protestas son por la mujer, por la vida y por la libertad. Las manifestantes están muy lejos de poner en riesgo el régimen iraní, y es improbable que la muerte de Mahsa sea la chispa que prenda un gran incendio, pero no por ello dejan de ser menos valientes. Cortarse el pelo es revolucionario en aquellas sociedades que se arrogan el poder sobre el cuerpo de la mujer en el espacio público. 

Libertades

Demasiado a menudo el velo no deja ver el bosque. Hoy, Mujer, vida y libertad podría ser el lema de manifestaciones por derechos y libertades en otros países además de Irán. En Estados Unidos, por ejemplo, después de la sentencia sobre el aborto del Tribunal Supremo, y por mucho que los antiabortistas se hayan apropiado del engañoso término provida. O en Italia, donde la previsible victoria de la derecha liderada por la fascista Giorgia Meloni hace temer un retroceso en derechos de las mujeres. Mujer, vida y libertad, podríamos exigir aquí cuando la lacra de las violencias contra las mujeres nos golpea sin pausa. 

En Italia, como decía la pensadora feminista Ida Dominijanni en una entrevista en este diario, «Hermanos de Italia defiende el tradicionalismo, le da énfasis a la figura de la mujer-madre, algo que unido a la fobia por los inmigrantes, configura una respuesta de nacionalismo clásico a la crisis de la natalidad». En Occidente, la ultraderecha aprovecha la confluencia de crisis para impulsar su agenda reaccionaria y lanza, crea y libra guerras culturales para ganar adeptos y esconder su otro programa: el de recetas económicas neoliberales y desigualdad galopante. Pero lejos de Occidente, en países como Irán, la guerra cultural es un lujo para privilegiadas: allí, para las mujeres, la guerra es por tierra, mar y aire. Tienen en común, eso sí, que ni allí ni aquí el feminismo es el antónimo de machismo. Defender los derechos de las mujeres es hoy defender la vida y la libertad ante la ofensiva reaccionaria.  

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