Olga Merino
¿Qué diablos pasa en el Ateneu Barcelonès?
Las relaciones entre la institución y la Escola d’Escriptura nunca han sido fluidas

Biblioteca del Ateneu Barcelonès / JULIO CARBO
He pasado muy buenos ratos en el Ateneu Barcelonès, de jovencita, cuando estudiaba —en realidad, sigo siendo una estudiante—, y muchos años después, como profesora de la Escola d’Escriptura, que dirigen dos gladiadores llamados Pau Pérez y Lluís Martí. Tardes deliciosas bajo las palmeras del jardín o los techos preciosísimos de la biblioteca, donde se custodia un importante fondo de 250.000 volúmenes. Pues bien, el reciente despido del hasta ahora bibliotecario, Àlex Cosials, ha desencadenado varias dimisiones en la junta directiva y cuestionado el estilo —autoritario, dicen— de la presidenta de la entidad, la cineasta Isona Passola.
Corre por los mentideros el rumor de que, entre los motivos de la destitución del bibliotecario, se cuenta la compra de libros en castellano. Falso, los tiros no van por ahí. Los truenos responden más bien a los equilibrios de poder entre las familias del independentismo, entre ERC y JuntsxCat —el asunto produce ya una pereza cósmica—, y sobre todo a la pésima gestión económica, dejando aparte los estragos de la pandemia. Por de pronto, no parece descabellada la convocatoria extraordinaria de la asamblea de socios.
LA ESCOLA D’ESCRIPTURA
Me preocupa que el caos perjudique a la Escola d’Escriptura, pero quizá ya viene siendo hora de contarlo: las relaciones entre el centro de enseñanza y el Ateneu no han sido lo que se dice fluidas. Cuando la escuela abrió sus puertas, en 1998, impartiendo clases en las dependencias del palacio de Savassona, sus alumnos, que ya alcanzan los 2.400 matriculados, fueron insuflando vida progresiva a una institución que parecía marchita y anclada en la grisura. Sin embargo, a pesar de la riqueza que la escuela aporta, el trato del Ateneu ha sido a menudo de displicencia y soga al cuello. Y ya se sabe que las cuerdas fatigadas se deshilachan, que las gallinas de los huevos de oro también mueren ahorcadas. Una amiga mía tiene un dicho que me encanta: «Lo que sucede conviene», por lo que quizá ha llegado el momento de airear los arcones del Ateneu, de poner todas las cartas sobre el tapete.
Mientras tanto, el busto de Josep Pla observa el incendio y los peces rojos del estanque desde uno de los muros del jardín romántico, con una sonrisa sarcástica de «ja us ho fareu». Cuenta la leyenda que, en una ocasión, lo pillaron arrancando páginas de un periódico en la biblioteca del Ateneu y que, al intentar abrirle un expediente, descubrieron que no había sido socio en la vida.
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