Triste premio de consolación
Emma Riverola
Escritora
Mientras ERC y Junts se enredan en su enésima batalla, la investigación de la guerra sucia del PP contra el independentismo llega a la Audiencia Nacional, al Tribunal Supremo, a la Fiscalía Anticorrupción y al Congreso. Si la primera lid hunde en el desánimo a los que creyeron en una Catalunya independiente a la vuelta de la esquina, las cloacas policiales dan argumentos a los que alimentan la idea de una España irreformable, displicente con la diversidad, belicosa contra Catalunya y poco escrupulosa con la democracia. Bajo estas premisas, las aguas pútridas de informes anónimos y pruebas falsas; de policías corruptos, togas arbitrarias y periodistas sin reparos ni vergüenza se unen a la retahíla de afrentas contra Catalunya que el discurso nacionalista atesora. Y tan pronto se señala al franquismo como a Felipe V. Las humillaciones de la historia nunca se acaban de ir del todo. Quedan latentes, esperando el momento de regresar. No hay víctima más pura que la resucitada. Las causas del pasado siempre pueden limpiarse de contradicciones y errores.
Entre el desánimo y la indignación, decía. Una indignación con sordina. Por el mismo desaliento y porque el frío se nos ha calado antes de que llegue el invierno. El independentismo tiene poder, pero no sabe cómo usarlo. Ha especulado tanto con gobernar en Ítaca que la realidad le resulta mezquina. En estas, la estabilidad se antoja una aspiración. Parco anhelo. Remite a enfermo crítico, a agonía, a premio de consolación. La osadía, la mirada larga, incluso la trasgresión, queda relegada a la iniciativa privada. Triste para quien se sueña tan grande.
Frente a la inacción política y la corrupción policial del PP, el gobierno de Pedro Sánchez ha abogado por templar la situación. Su insistencia en el diálogo tiene más de postura balsámica que de propuesta real, pero no es inocua. En una entrevista reciente, Artur Mas anima a pactar «temas básicos de país» con el PSC. Algo se está moviendo. Pero los deberes siguen pendientes. La insatisfacción en el encaje entre Catalunya y España seguirá, más o menos latente, más o menos manifiesta, si no se aborda en profundidad. Pero el aliento de la derecha frena a la izquierda. Mal negocio para el PSOE y réditos para el PP. A los de Feijóo no les pasará factura su aventura en las cloacas. A la izquierda le sigue faltando una propuesta seductora para una España diversa. No solo para confrontarla con el argumentario independentista, también para plantar batalla ante ese populismo ultra que se extiende por Europa.
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