Ágora

La crisis de los ventiladores

El debate sobre el calor en las aulas es el principio del que deberíamos tener sobre cambio climático y escuela

Una clase de la escuela Concepció con un ventilador

Una clase de la escuela Concepció con un ventilador / MANU MITRU

Mariano Flores

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Hace años que los científicos advierten de los efectos del cambio climático pero solo ahora hemos descubierto que ante el aumento de las temperaturas, no tenemos aulas preparadas para dar clase en junio y en septiembre. Esta es quizás una de las primeras consecuencias en el ámbito educativo, pero estamos a la antesala de lo que vendrá y en el debate social echamos de menos ir más allá de los ventiladores. Además de condicionar los espacios, ¿no sería hora de preguntarse también de qué manera condicionará esta nueva realidad los contenidos y las prácticas educativas? Tenemos un currículum ecosocial? Participarán los y las alumnas en las decisiones sobre qué y cómo cambiarlo?

Cada vez son más las voces que denuncian, con razón, que traspasar a la escuela la responsabilidad de educar sobre tantas y tan variadas cuestiones no es más que un reflejo de la impotencia política. La escuela efectivamente no puede a solas abordar muchas problemáticas, y por eso existe una larga experiencia de trabajo con otros actores. En Catalunya, las ONG de cooperación y justicia global hace décadas que colaboramos para cambiar el mundo a través de la educación, y para cambiar nuestra sociedad y nuestra educación a través de la aproximación a otras culturas y realidades. Lo que hoy denominamos «educación para la justicia global» es el resultado de un largo camino de propuestas y aprendizajes que se inicia en los años 60 del siglo pasado, desde Paulo Freire a bell hooks. Como agentes educativos que somos, nos ha decepcionado especialmente que el proceso de renovación del currículum haya sido una oportunidad perdida para impulsar los contenidos ecosociales y para ampliar la mirada educativa. A pesar de que el nuevo currículum habla de los ODS de las Naciones Unidas, es todavía insuficiente en la hora de abordar seriamente las múltiples crisis globales que vive y vivirá el alumnado, y de darles herramientas para empezar a construir futuros más justos y sostenibles.

A finales del año pasado, The Lancet publicó los resultados de una encuesta sobre la ecoansietat hecha a 10.000 niños y jóvenes de entre 6 y 25 años de 10 países muy diferentes (del Reino Unido en Nigeria), y los resultados eran desoladores: el 75% consideraban que el futuro era aterrador, y el 56% creían que la humanidad estaba condenada. La investigación concluía que estos miedos estaban directamente relacionados con la percepción de que los gobiernos no harían nada para arreglarlo.

La sensación de no future se extiende entre los y las jóvenes del planeta. Desde la sociedad civil organizada estamos convencidas de que si hay alguna prioridad es educar en la posibilidad de un futuro mejor, contra la impotencia política, y hacerlo desde una visión más internacional de los problemas y las soluciones, con la justicia global como horizonte. Por eso reivindicamos un currículum más transformador: ecosocial, transfeminista, decolonial y orientado a la promoción de la diversidad, la cultura de paz y la defensa de los derechos humanos en todo el mundo. Un currículum útil para desarrollar el sentido crítico, solidario y comunitario que nos permita salir de la ansiedad paralizante, y haga propuestas de cómo cuidarnos y como cuidar el planeta. Que ayude a entender por qué hace tanto calor en las aulas, que ayude a buscar soluciones para mitigarla, que ayude a preguntarse si hacen falta o no ventiladores, o a darse cuenta que si los llevan los padres, los habrá en unas escuelas y en otras no.

Mucho más allá de los ventiladores, los niños y jóvenes de hoy tienen que sentir que el futuro es habitable y que pueden construirlo. La escuela y las entidades necesitamos a las administraciones implicadas. Las mesas de diálogo y articulación son imprescindibles. El Departament d’Educación tiene que entender que sin un sistema educativo más abierto y participativo no se puede impulsar una ciudadanía crítica, responsable y comprometida con su realidad. Desde la Dirección general de Cooperación tienen que integrar la dimensión educativa en su política pública, y ayudar a incorporar en la escuela asuntos socialmente relevantes. No es ninguna utopía. Ya hay muchas escuelas, profesionales y entidades trabajando. A algunos los encontraréis en Terrassa el 14-15 de octubre en la Jornada Cambiar la Educación para Cambiar el Mundo. Dejemos de echar de menos a Greta Thunberg y trabajemos para haya miles como ella antes de 10 años. Es urgente.