Agua corriente
Las bragas verdes
Emma Riverola
Escritora
Hoy, las de encaje verde. Cómodas, pero con su puntazo sexy. Nunca se sabe. Aunque, sí, ya sabe bastante. Lo más probable es que lo conozca hoy, después del trabajo. Cerveza y lo que surja. Ayer se lo mostró a su amiga. A este y a bastantes más que tiene abiertos. Parece una granja de pollos, le soltó Lina. ¿En masculino?, preguntó ella. Y le dio un ataque de risa. Hasta las lágrimas le caían.
Mientras camina hacia el trabajo, mira las notificaciones. Se tiene prohibido hacerlo antes. Al final, se puso seria con eso. Más de un día llegó tarde con la tontería. Bien. Les ha gustado a tres que ella señaló. La semana se presenta movidita. Repasa los pretendientes. Este sí. Este no. Este tampoco. ¿Y este? Duda. Esa camiseta le recuerda al estúpido de la semana pasada. Igual este también lo es. Fuera. Descarta a un par más. Se arrepiente del último cuando es demasiado tarde. Parecía majo, pero cuando empiezas a deslizar el dedito hacia la izquierda… Un extraño poder, este de rechazar. Un frenesí.
No son ni las 9 de la mañana y ya está en plena forma. La primera dosis de dopamina. ¿Una birra esta tarde?, propone. No concreta el bar, está un poco cansada de los de siempre. Mejor que sugiera él, igual descubre algún local nuevo. Eso sí, que no sea muy lejos. Pasa de recorrerse la ciudad si se frustra el plan. Nunca queda con nadie que esté a más de 15 minutos en metro. Hay que ser práctica. Aún no le llega la respuesta. Demasiado pronto. Se ha dejado llevar por la euforia del momento. Y por las bragas verdes. Vaya, pues sí que ha leído el mensaje. Ya responderá.
Ayer Lina se enfadó un poco. ¿Y si dejas el móvil tranquilito?, le espetó. Lo soltó, claro, pero se le atragantó un poco la cena. Con cada vibración del móvil se le disparaba la inquietud. Al final se refugió en el lavabo para revisar y escribir algunos mensajes. De regreso a la mesa, Lina estaba seria. Lo cierto es que su amiga se ha vuelto un poco aburrida. Desde que vive con Pol ya no es la misma. Empezaron juntas en Tinder. Fueron de las primeras. La aplicación ha cumplido ya diez años. Hay un antes y un después de Tinder: los dramas eran a.T., la diversión es d.T. Pero Lina aguantó poco. En su cuarta cita conoció a Pol, y ya. ¡Con lo que ha vivido ella durante todo este tiempo! Es tanta la adrenalina. Es verdad que a veces ha querido dejarlo, pero siempre vuelve. Se aburre afuera. Como en esas citas que Lina se empeña en apañarle en su casa.
Otra ojeada al móvil. Vaya, parece que no hay birra. La ha bloqueado. Esto pasa, a veces. Pero se aprende rápido a superar el rechazo. Pues, hala, a buscar a otro. ¡Aunque solo sea por las bragas verdes! Repasa las conversaciones. Quizá podría repetir con el alemán. ¿Por qué dejó de verlo? Ya ni se acuerda. Más mensajes. ¿Y este quién era? No se acuerda. Necesita un mapa de las relaciones, bromea consigo misma.
¿No te sientes sola?, le preguntó Lina. Ella rio, claro. Y esperó la próxima notificación.
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