GOLPE FRANCO

Queremos tanto a Ansu Fati

Ansu Fati celebra su gol en Anoeta, el 1-4 del Barça a la Real Sociedad.

Ansu Fati celebra su gol en Anoeta, el 1-4 del Barça a la Real Sociedad. / FCBARCELONA

Juan Cruz

Juan Cruz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En los tiempos en que se puso de moda hacer eslóganes para vender libros, una editorial hispanoamericana imprimió esta propaganda: “Queremos tanto a Julio”. Ese Julio era Julio Cortázar, el autor de Rayuela, una novela cuyo título recuerda aquello que se juega bailando. El fútbol no es ajeno a ese modo de ser de la rayuela, pues para llegar al fin al área los futbolistas tienen que saltar obstáculos como si estuvieran cuidándose de no irrumpir en los límites que marcan la tiza o las líneas que señalan lo prohibido. 

Me ha venido a la cabeza aquel eslogan viendo ayer tarde los denodados esfuerzos que hizo Pedri, sobre todo, para que Ansu Fati, que vino al campo cuando ya avanzaba la segunda parte, marcara el gol que merece y que, en la temporada pasada, hasta que se desgració su estrella, tuvo siempre a tiro.  Esa tardanza en recuperar el ojo de portería, junto con la decisión de Luis Enrique de situarlo en la lista de espera de la selección nacional, han impelido al graderío y al propio equipo al rescate del ánimo del importante futbolista.

En todas las circunstancias, antes de que saliera, mientras salía y cuando ya estaba en el campo, no se observó que el 10 azulgrana, galardonado con el dorsal de Messi, hubiera perdido el ánimo. Lo cierto es que, de manera reiterada, lo buscó Pedri para animarlo a chutar. No logró nada, pero ese gesto del futbolista canario pone un mérito más en el haber del extraordinario medio centro que, no es casualidad, lleva en el dorsal el número 8, que ya tuvo otra de las mejores personas, de las más generosas, que ha jugado en el Barcelona. 

Ese carácter a lo Iniesta que exhibe Pedri se completa con el fútbol que hace, y no sólo con su modo de ser, y se consolida con un gesto de generosidad que no por repetido es menos excepcional. 

Fue un partido hecho para recuperar ánimos después de una jornada aciaga de cuyo nombre no quiero acordarme. Lo más importante ocurrió cuando el aburrimiento iba dejando de hielo el graderío, así como el entorno de la casa desde la que miro ganar al Barcelona, y desde la que, naturalmente, también lo veo afrontar el aliento de los agoreros, que después del fracaso en la Champions ya lanzaron certificados de destrucción del ánimo azulgrana. 

Soy del Barça sobre todo cuando pierde, porque apoyar al ganador es de un oportunismo que no se daba en aquellos años en que, aunque jugaran don Luis Suárez y don Ladislao Kubala, el equipo volvía a casa, cuando no perdía en casa, como si regresara del ejercicio infructuoso que parecía su sino.    

Ese Barça sin energía, como poseído por el demonio de perder, lo tuvimos el año pasado, y de algún modo salió al campo ante el Elche, pero al cabo de más de media hora de vacío recuperó la dirección de Pedri, se activó el acierto de Lewandowski y todo eso dio paso a que la entrada de Ansu Fati no fuera urgida por la necesidad de un milagro. 

A lo mejor por eso no marcó el 10, pero todos conspiraron, bajo la dirección de Pedri, para que la gran esperanza de la cantera vuelva a mostrar la sonrisa en el rostro cuando, al fin, marque de nuevo. Queremos tanto a Ansu Fati como quisimos al autor de Rayuela. Es curioso: ahora recuerdo que uno de los grandes cuentos de Cortázar se titula Dado al 10

Suscríbete para seguir leyendo