Turismo de calidad
Ha llegado un punto en que Barcelona parece una empresa particular y sus habitantes somos los trabajadores incansables que se turnan para mantener atractivo el negocio
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
A menudo me pregunto qué significa la expresión “turismo de calidad”. No es difícil saber qué es una paella de calidad, o unos zapatos de calidad, pero aplicado al turismo el sentido cambia según quien lo diga. Porque, ¿qué es un buen turista? ¿El que sabe que el pan con tomate no se unta con un pincel? ¿El que visita en un solo día el Macba, el CCCB y el Picasso, y pide vinos catalanes en cada comida? Aunque haya excepciones, la excelencia suele estar reñida con la cantidad, pero en cambio el turismo de calidad no quiere renunciar a la masificación. Lo quiere todo: muchos turistas y buenos.
Estos días, el Gremi d'Hotels de Barcelona ha hecho balance del verano y hemos entendido que entienden ellos por un 'buen turista'. Los resultados son espectaculares y casi igualan a los de antes de la pandemia, en 2019, con unos índices de ocupación del 87 por ciento. Además, el precio medio por habitación subió un 15 por ciento, llegando a 190 euros la noche en agosto... Y es ese poder económico, justamente, lo que según los hoteleros hará crecer la calidad del turismo. Nada que ver con la cultura, la gastronomía o la diversión. No, son los euros. Quien más gasta, más vale. Y sin embargo quien haya paseado por Barcelona este verano sabe que es un espejismo. Muchos turistas han gastado en un viaje lo que han ahorrado a la fuerza en tres años, y su calidad (o ausencia) es la misma de antes o incluso peor.
Eufóricos, los hoteleros han aprovechado el balance para quejarse —como siempre— de la suciedad y la inseguridad ciudadana, como si los turistas solo fueran víctimas y no también instigadores. Ha llegado un punto en que Barcelona parece una empresa particular y sus habitantes somos los trabajadores incansables que se turnan para mantener atractivo el negocio. A veces, los dueños beneficiarios reúnen a la plantilla y nos recuerdan que somos parte de una gran familia, y que con el turismo de calidad ganamos todos, pero luego los sueldos de los trabajadores no mejoran y, además, debemos oír que no hacemos bien nuestro trabajo y somos sucios, desgarbados y peligrosos. Explotación de calidad, lo llamo yo.
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