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Fin de la provisionalidad en Sants

Las mejoras en el entorno de la estación y la reforma de la plaza de los Països Catalans harán que un espacio inhóspito se integre mejor en su entorno

Infografía de la  nueva estación de Sants

Infografía de la nueva estación de Sants / ADIF

La estación de Sants ha ejercido desde que el AVE llegó a Barcelona en 2008 de sustituta de la futura estación de la Sagrera, que ha reemplazado en el imaginario barcelonés a la Sagrada Família como ejemplo de obra de finalización imprevisible. Quizá esta condición de provisionalidad justificó que no se abordase una profunda reforma de una estación necesitada de un profundo cambio en su organización interna y en su entorno. Pero pasados 14 años (más los que aún tarde a llegar la otra terminal que crece en el otro extremo de la ciudad), esta situación no podía prorrogarse indefinidamente:_ayer Adif y el Ayuntamiento de Barcelona mostraron el proyecto, y el compromiso para empezar a licitarlo en el 2023 –con la contribución de fondos europeos que permite tener una cierta confianza en los plazos–, que llevará a la estación de Sants a presentar un aspecto completamente renovado entre 2026 y 2030.

La intervención incluye la reforma de la plaza de los Països Catalans. Premiada en su día como prototipo de lo que entonces se definió como plaza dura, como modelo ha quedado obsoleto, tanto como ha quedado descuidada por la falta de cuidado y mantenimiento. En los próximos años desaparecerán viales y crecerá todo el verde que permite una losa de hormigón sobre la infraestructura ferroviaria. Falta ver si las nuevas conexiones peatonales con el barrio de Sants la convertirán en una plaza viva:_hoy es el mayor ejemplo de que es un perímetro con comercio, viviendas y equipamientos –ahora ausente–lo que hace de un espacio una plaza y no un vacío urbanizado con mayor o menor acierto:_un ejemplo a seguir en otro reto eterno de la ciudad, la plaza de las Glòries.

Es celebrar que la definición del proyecto, además de salir de las manos de un equipo de arquitectos de primer nivel, haya nacido de un proceso participativo que ha puesto de acuerdo a Adif, ayuntamiento y vecinos para convertir el espacio en un espacio que de vida al barrio en lugar de ser una mole fuera de lugar. Con todo, la estación de Sants es un equipamiento de ciudad, de ámbito metropolitano. Un espacio de intermodalidad donde se conecten AVE, Rodalies, metro, autobuses en un momento en que la promoción del transporte sobre raíles es un imperativo desde el punto de vista ambiental y energético. Pero el traslado en una segunda fase de la estación de autobuses a una ubicación alejada no acaba de cuadrar en esta filosofía de nudo de intercambio. Y_la supresión de un 75% del espacio dedicado al tráfico rodado beneficia sin duda el encaje local de la estación pero falta por ver si puede llegar a estrangular otra intermodalidad, la del pasajero que llega hasta Sants en taxi, coche o moto igual que lo hace al aeropuerto.

Desde el punto de vista estrictamente ferroviario –más allá de la mejora estética y de circulación del pasajero, que según los deslumbrantes renders mostrados ayer hará olvidar el actual espacio opaco hacia el exterior y caótico en el interior–, la nueva estación estará en condiciones de pasar de los 47 millones de pasajeros al año a 58 millones y de mejorar drásticamente la comodidad de su conexión con la red de metro. Una mejora que podría llevar incluso a hacerse la pregunta de si la multimillonaria y ya irreversible apuesta por la Sagrera hubiese sido necesaria más allá de ser utilizada como excusa para desarrollar un desarrollo residencial y de servicios a su alrededor.