Limón & vinagre

Luis García Montero: el independentismo y el poeta

Luis García Montero en La India

Luis García Montero en La India / EFE / Indira Guerrero

Josep Cuní

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"Si no somos capaces de hacer o mantener un gobierno independentista ¿cómo vamos a convencer a alguien de que vamos a hacer la independencia?", ha dicho Artur Mas. Y se ha llevado la palma de la sensatez cerrando una alocada semana política cargada de todo lo contrario.

Sabemos por experiencia que las digestiones de la Diada suelen ser pesadas y no siempre los directamente afectados tienen Almax a su alcance. Algunos incluso, habituados a malos hábitos dietéticos y empujados por el propio ardor de estómago, creen que lo mejor es seguir consumiendo platos pesados y salsas picantes que no hacen otra cosa que soliviantar las defensas y alterar los ánimos. Y como casi siempre el estrés potencia el malestar y este suele ser fruto de las prisas y los nervios por quererlo todo hoy y no perder comba mañana, los médicos suelen proponer una dieta de tranquilidad y buenos alimentos. Y complementar el fármaco con una infusión relajante, equilibrando el producto de laboratorio con otro de natural. Si, por su cuenta, le añaden una buena lectura, los efectos del alivio aumentaran.

Para afinar la mejora, a un sector del independentismo le convendría adentrarse un poco más en la poesía. El género que, según García Lorca, es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que podían juntarse pero que, al hacerlo, forman algo así como un misterio. Y como Federico sabía de qué hablaba y no puede atribuírsele indiferencia ni distancia a la realidad catalana que vivió y asumió como propia, quizás, huyendo de la épica patriótica que tanto ayudó en otros tiempos imposibles, algunas posiciones se reconducirían tras conseguir la serenidad de su alma.  

Nuevo libro

Esto, precisamente, es lo que ha buscado Luis García Montero (Granada, 4 de diciembre de 1.958) en su nuevo libro. 'Un año y tres meses' es, según la editorial (Tusquets), "uno de los mejores libros de amor de la literatura reciente". Sinceramente, el elogio se queda corto. Porque el diálogo que el poeta mantiene con la vida para encontrarle sentido a la muerte de Almudena Grandes, su compañera, es mucho más. Es una tabla de salvación ante el naufragio porque una forma de sentirse hundido es otra forma de estar enamorado. Es la búsqueda del camino ante el miedo de la soledad, aceptada pero combatida, tras el vacío que deja la pérdida. Es la voluntad de compartir los estímulos escondidos en el fondo de una intimidad alterada por la enfermedad, el dolor, la angustia, la desesperanza y la muerte. O lo que es lo mismo, el cáncer, la quimioterapia, la alopecia, la peluca, la ficción estética convertida en verdad física. Pero esto, claro, no desfigura los pardos horizontes de la hemoglobina ni la necesidad de los cuidados. Mutuos, negociados, compartidos, como aquellos pactos nocturnos para acordar que el otro apague la luz y facilitar el descanso del que necesita oscuridad para ordenar las horas en sus días. Porque el amor es también una luz negociada. Es un viajero que se sienta en la mesa para hablar de la vida.

Visto así, podría parecer que el catedrático expone un desahogo encubierto en literatura para alivio personal. Pero el poeta García Montero sabe, como sabía su amigo Joan Margarit, que el aforismo que debe ser cada verso precisa de algo más. Necesita que todo esté en su sitio porque este es el mayor desorden que pueda imaginarse. ¿Volvemos al principio?

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