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La decisión de Junts

Los ciudadanos no tienen por qué sufrir que la estabilidad de la Administración dependa de las disensiones internas de un partido o de la suerte personal de un dirigente encausado

Turull y Borràs.

Turull y Borràs. / ACN

Las cúpulas de los dos partidos que gobiernan Catalunya celebraron el miércoles una maratoniana reunión de seis horas para tratar de reconducir sus relaciones, gravemente deterioradas desde hace tiempo, hasta el punto de que ERC y Junts per Catalunya (JxCat) tienen opiniones diferentes en casi todo y cada día surge una nueva discrepancia. Desde que ERC permitió con su voto la inevitable suspensión de la presidenta del Parlament y de Junts, Laura Borràs, las cosas han ido a peor, con el ultimátum lanzado por JxCat a ERC para reactivar una hoja de ruta hacia la independencia y con el desmarque de los republicanos, con el 'president' Pere Aragonès a la cabeza, de la manifestación de la ANC, al entender que iba dirigida contra los partidos y en especial contra Esquerra.

De la reunión del miércoles, encabezada por Aragonès y Borràs, no salió acuerdo alguno y los dos partidos continuarán negociando para intentar llegar al debate de política general de final de mes en el Parlament con cierta distensión. El escepticismo es, sin embargo, el sentimiento dominante, dado lo alejado de las posturas. En la reunión, Junts presentó tres supuestas condiciones para no abandonar el Govern: volver a crear un “estado mayor” o una “dirección estratégica”, para marcar la estrategia independentista; coordinar la política de los dos partidos en el Congreso de los Diputados, y que en la mesa de diálogo con el Gobierno se hable solo de autodeterminación y amnistía. 

Solo en el primer punto existiría una posibilidad de acuerdo, aunque ERC se resiste. En Madrid, Esquerra quiere mantener lógicamente su autonomía –son 13 diputados frente a 4— y en la mesa de diálogo, que hasta ahora Junts rechazaba de plano, las condiciones de este partido llagan tarde, porque ERC centra ahora la negociación en la llamada 'desjudicialización' de las consecuencias del 'procés'. 

La gran responsabilidad del desencuentro corresponde a Junts, dividido en dos alas muy alejadas, la pragmática, representada por el secretario general, Jordi Turull, por el exalcalde de Barcelona Xavier Trias o por el conseller de Economia, Jaume Giró, y la radical, encabezada por Borràs (y por Carles Puigdemont en la sombra). Las posiciones de los posconvergentes y de los independientes radicalizados son tan distintas que a la división entre ERC y Junts se suma ahora la división en el seno de JxCat. Si no es que -vista la posición de los 'consellers' de Junts- es la que realmente lo condiciona todo. Esta fractura en Junts paraliza la actividad del Govern y amenaza su estabilidad y su continuidad. 

ERC ha dado un giro en su estrategia, pero desde entonces es coherente. Junts, sin embargo, se debate entre las posiciones divergentes de su cúpula dirigente. Mientras tanto, los ciudadanos que dependen del funcionamiento eficiente de la Administración están cansados de tanta discrepancia y no tienen por qué pagar la indefinición entre los que nunca apostarían por salir del Govern, pese al ultimátum de Turull ('consellers', alcaldes o el propio Trias, que condiciona su candidatura a la alcaldía de Barcelona al regreso al pragmatismo), y los que amenazan un día sí y otro también con la ruptura de la coalición, mientras preparan la consulta a las bases del partido con el objetivo de que opten por la salida del Govern.

Junts debe, pues, aclararse y poner orden en sus filas, para que la gobernabilidad de Catalunya no dependa permanentemente de un vaivén en una dirección o en la contraria, o de la suerte personal ante los tribunales de uno de sus dirigentes.