Ucrania no ha ganado la guerra (aún)
Cuanto más se acerque Kiev a la victoria, mayor probabilidad hay de que Moscú opte por lanzar un órdago a la grande
Jesús A. Núñez Villaverde
Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).
Jesús A. Núñez Villaverde
Una guerra supone una experiencia tan compleja, en la que se entrecruzan tantos actores, intereses y variables de muy difícil control, que conviene tener los pies lo más pegados al suelo que sea posible para evitar añadir más confusión y más errores a los que inevitablemente van a cometer unos y otros. Por eso, lo primero que cabe entender en medio de la incesante sucesión de noticias sobre los avances de las tropas ucranianas- y, por tanto, retrocesos de las rusas- es que Kiev no ha ganado la guerra.
Aunque se confirme finalmente que en estos últimos días Kiev ha recuperado hasta 8.500km2 cabe recordar que Rusia todavía conserva en sus manos no menos de otros 120.000km2, algunos desde 2014. Y, por muchos que sean los problemas a los que se enfrentan ahora los invasores, no se ha producido una desbandada generalizada ni han agotado las bazas que pueden emplear para imponer su dictado. Zelenski solo podrá proclamar la victoria, salvo que opte por rebajar sus propios planteamientos, cuando haya expulsado a los militares rusos de todo el país, recuperando no solo el Donbás sino también Crimea. Y esos son objetivos que hoy por hoy no están a su alcance.
Nada de eso rebaja la importancia de lo que está ocurriendo actualmente en el campo de batalla, puesto que supone un cambio de tendencia que puede marcar el futuro inmediato. Zelenski y los suyos han demostrado una alta capacitación técnica, tanto en la planificación como en la ejecución de las acciones de combate. Igualmente, han confirmado que las armas suministradas por gobiernos occidentales sirven para frenar las ansias imperiales de Putin y que, en consecuencia, si se deciden a entregarle los MLRS, carros de combate y blindados, defensa antiaérea y drones que diariamente reclama los avances podrían ser aún mucho más ambiciosos.
En todo caso, si se analiza la situación desde la perspectiva de un Putin que cabe asumir que no está dispuesto a salir de Ucrania con las manos vacías, lo que se vislumbra es un escenario aún más preocupante. Rusia ha empleado ya el 85% de todas sus unidades de combate terrestre en el frente ucraniano, con el añadido de voluntarios de las zonas que ha ocupado en el Donbás y Crimea. Eso supone que apenas tiene ya margen de maniobra para incrementar el número de unidades que puedan desplegarse en los distintos frentes de combate. Visto así, la única salida para recobrar la iniciativa y evitar nuevas derrotas tan sonoras como las de estos últimos días es decretar una movilización general, justo lo que le vienen reclamando diferentes actores nacionalistas y comunistas, que perciben a Putin como excesivamente blando.
De momento, ya se está viendo cómo Rusia incrementa los ataques masivos contra población e infraestructuras civiles, en un intento por demostrar una capacidad de respuesta inmediata, al margen de que esto suponga una nueva violación de las normas de la guerra. Pero en la recámara están otras opciones mucho más preocupantes, como provocar una catástrofe nuclear en la central de Zaporiyia, atreverse a atacar el territorio de algún país de la OTAN y la Unión Europea- calculando que nadie tendrá voluntad política para responder militarmente- o recurrir a las múltiples armas nucleares tácticas que guarda en sus arsenales.
En una más de las paradojas que proporciona la guerra nos encontramos así en un punto en el que cuanto más se acerque Kiev a la victoria, mayor probabilidad hay de que Moscú opte por lanzar un órdago a la grande. Y esto es mucho más trágico que el mus.
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