Artículo de Joan Roca Sagarra

'Liberté, égalité... sobriété'!

Más allá de las medidas gubernamentales, los bonos sociales o los descuentos para el suministro de gasolina, es momento de recordarnos que la solución está también en nuestra responsabilidad individual

Archivo - Bombilla, bombillas, luz, electricidad, energía

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Joan Roca

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La semana pasada el presidente francés Emmanuel Macron, posteriormente a su reunión telefónica con el canciller alemán Olaf Scholz, concedió una entrevista para repasar la situación energética en Europa y, en concreto, en Francia. El presidente realizó un breve repaso sobre el proceso que ha llevado a la situación actual, con el alza de precios y la necesaria protección de los ciudadanos y consumidores.

Lo decíamos en estas mismas páginas hace unas semanas, haciendo referencia al cambio climático y a las crisis que sufrimos de diferente índole: la problemática es global y poliédrica, pero las soluciones se encuentran a partir del esfuerzo individual, de lo que depende de cada uno de nosotros. Y el presidente Macron recordaba que, si bien el reto es colectivo, era necesario apelar a la sobriedad energética para evitar el corte de electricidad y preservar la actividad económica, fijando un objetivo de economizar un 10% en el consumo habitual de cada uno, ya sea a nivel individual, familiar o en los puestos de trabajo. Era necesario -recordaba- que cada uno se hiciera responsable de lo que puede aportar ante el reto global.

Algunas voces críticas surgen ante manifestaciones de los gobernantes que recurren a la responsabilidad individual para hacer frente a retos colectivos, esperando que los gobernantes se limiten a aprobar leyes y dictar políticas que permitan una solución que no nos requiera al resto más que seguir las pautas fijadas. Sin embargo, no cabe esperar que las soluciones de nuestros gobernantes se limiten a determinadas pautas tecnocráticas y repeticiones logarítmicas que -sin el concurso de cada uno de nosotros- abran como por arte de magia la solución a un reto como la crisis energética o el cambio climático. El liderazgo de nuestros gobernantes debe superar la visión tecnocrática y los cálculos matemáticos para adentrarse en el debate social y espolear las conciencias de los ciudadanos/consumidores.

La sostenibilidad, hoy, implica sobriedad. Como recordaba el profesor Tony Judt en sus premonitorias notas en 'Algo va mal', nos hemos olvidado de apagar la luz cuando nos marchamos de la habitación. En unos párrafos exquisitos, Tony Judt subraya cómo en su casa, en una familia en la que sus hijos han sido estudiantes de éxito y defensores del discurso verde y promotores del bienestar social, al final del día quien acababa apagando las luces de los pasillos, la sala de estar o las habitaciones siempre acababa siendo él mismo. Lo atribuía a que él había sufrido la escasez de una posguerra.

Llevamos algunas décadas sin cerrar la luz. Y más allá de las medidas gubernamentales, los bonos sociales o los descuentos para el suministro de gasolina, es momento de recordarnos -desde las instituciones y entre nosotros mismos- que la solución está también en nuestra responsabilidad individual y, en este caso concreto, en nuestra sobriedad.

No quiera confundirse 'sobriedad' con una actitud reduccionista que lleve a un modelo decreciente. ¡En ningún caso! Sostenibilidad y sobriedad han sido durante muchas décadas cimientos de modelos de crecimiento, y apelar a la propia responsabilidad individual es -para aquellos que creemos en la iniciativa privada- la primera piedra para construir el crecimiento colectivo.

Sostenibilidad comporta voluntad de mantener, hacer perdurar una situación. Y esta voluntad no puede imponerse, sino que debe partir de la promoción e impulso de la iniciativa privada, que es garantía de nuevas ideas, innovación y ganas de avanzar. Nadie quiere, a título individual, reducir o empequeñecer sus expectativas. La iniciativa privada es clave para la sostenibilidad y garantizar que se avanza en un modelo de crecimiento, a nivel social y económico. No se puede equiparar la sostenibilidad con la necesidad de decrecimiento; al contrario, solo puede defenderse el decrecimiento como sinónimo de la sostenibilidad desde la negación de la iniciativa privada, desde modelos que parten de una administración paternalista que todo lo ofrece y provee, lo que ya se ha acreditado desde hace mucho que no es viable. No cabe duda de que aceptar la iniciativa privada y promoverla requiere de marcos normativos estables y garantistas, pero llevarlo al extremo termina causando su negación. La responsabilización individual, de cada uno, es la clave de bóveda ante los retos colectivos que tenemos actualmente planteados.

Y de ahí el título del artículo, recordando el conocido adagio que marcó la Revolución Francesa, porque seguramente hoy la 'fraternidad' pasa sobre todo por la 'sobriedad'. En el marco de una sociedad que convive cada vez más aisladamente conectada, se requerirán actitudes respetuosas, poco ostentosas y esencialmente facilitadoras. La conciencia propia y la persecución de todo lo que se pueda hacer a título individual marcará la capacidad colectiva de luchar por un mundo que crezca de forma más equilibrada y sostenible.

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