Accidente

Diversas suertes encadenadas

No tendría que ser posible que tener más o menos calidad de vida dependa de si te puedes pagar una mutua o no

Sanidad envía el doble de cirugías a la privada para contener la lista de espera

Sanidad envía el doble de cirugías a la privada para contener la lista de espera

Agnès Marquès

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Disculpadme que hable de mí; en realidad es solo una excusa para hablar de todos.

Escribo este artículo con el dictáfono del ordenador porque un accidente me impide escribir con normalidad. Una comprometida rotura del radio me hace dictar estas líneas después de pasar por el quirófano.

Varias suertes encadenadas permiten que solo hayan pasado tres días desde la caída y que ya esté operada. La primera, y que tenemos que celebrar todos, es el inestimable servicio de urgencias que tenemos en nuestros hospitales públicos, que te ven con cara de dolor y te atienden rápidamente con la filosofía de parar el golpe tan pronto como sea posible. Anestesia, recolocación de huesos y escayolado.

Mi segunda suerte encadenada ha sido, en este caso, ser una del 40% de catalanes que, aparte de financiar el servicio de seguridad social pública, pueden pagarse una cuota mensual para tener un seguro privado. Esto ha hecho que hayan podido reconducir el golpe parado en urgencias y reconstruirme la muñeca con rapidez, solo tres días después de la caída.

Y esto, que es una suerte particular, es una desdicha colectiva, porque tendría que ser el propio servicio público el que nos garantice esta atención diligente. Hacer las pruebas diagnósticas con rapidez y resolver el problema si hay que pasar por quirófano, también con la máxima brevedad posible. Esto no pasa actualmente. Justamente las cirugías no vitales son las que acumulan más tiempo de espera. Una operación de cadera, muñeca o rodilla no es vital, pero tener que esperar cuatro o cinco meses resta mucha calidad de vida. No tendría que ser posible que tener más o menos calidad de vida dependa de si te puedes pagar una mutua o no.

Mi última suerte encadenada han sido las manos derechas que se han ofrecido estos días para ayudarme con todo. Soy verdaderamente incapaz con la izquierda. La última, la de quien me ayuda a pulir este texto dictado a una máquina. Gracias. Solos no hacemos nada.