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La energía de Frau Ursula

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Martí Saballs Pons

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Ursula von der Leyen (Bruselas, 1958) anunció ayer la intención de la UE de recaudar 144.000 millones de euros procedentes de los ingresos extras de las compañías energéticas europeas. Al menos, de aquellas que se ven indirectamente favorecidas por la guerra en Ucrania. Los detalles de estos nuevos impuestos y controles se irán desgranando próximamente y se realizarán país por país. El objetivo de la UE es ayudar a los ciudadanos y las empresas a superar los efectos negativos de la crisis y la inflación de los precios.

Doña Ursula no es una peligrosa activista de la izquierda europea. Miembro destacada de la Democracia Cristiana alemana, una de las manos derechas de la excanciller Angela Merkel, fue ministra de Defensa, Familia, Trabajo y Asuntos Sociales en su país. Su padre, Ernst Albrecht, fue un alto funcionario en el origen y desarrollo de las instituciones europeas. De origen aristocrático, es madre de siete hijos y ocupa el cargo de presidenta de la Comisión Europea desde diciembre de 2019.

UDL, siglas por las que se la conoce, ya se ha erigido en la presidenta de la Comisión más reconocida más allá de los círculos de poder desde los inicios de la UE. La gestión de la pandemia contribuyó a su liderazgo político y aumentó exponencialmente su presencia en los medios con el lanzamiento de los planes Next Generation. UDL ha combinado su capacidad de consenso con los grandes grupos parlamentarios del Parlamento, incluyendo el socialdemócrata, con su buena relación con los presidentes de Gobierno y principales primeros ministros del continente, entre los que se cuenta Pedro Sánchez.

Si la crisis financiera de 2008 sirvió para que los gobiernos europeos (y de Estados Unidos) apretaran las tuercas al sector bancario con la creación de más regulación, nacionalizaciones incluidas para evitar la quiebra, la situación actual está siendo la excusa perfecta para embridar el sector energético. Una fase más dentro de la transición verde que impulsó la pandemia al dictaminar la necesidad de ir abandonando la energía producida por fósiles y apostar por las energías renovables. La dependencia del centro y del Este de Europa del gas ruso solo ha servido para poner sobre el tapete inseguridades que antes apenas se tomaron en serio.

En Europa, la propiedad del sector de generación y distribución eléctrico es muy variable. Emmanuel Macron, presidente de Francia, anunció la intención de que el Estado se haga con el 100% de EDF, principal eléctrica gala y europea, donde ya controla el 86,6%. En Italia, el Estado tiene un 23,6% de Enel, propietaria de la española Endesa. En Alemania, sus dos gigantes eléctricos, RWE y Eon, son 100% privados; al igual que lo son en España Naturgy e Iberdrola.

La decisión que la UE tome sobre el control y la fiscalización del sector energético -aquí hay que agregar a las compañías petrolíferas que se están diversificando ofreciendo energía renovable- juega a su favor con la mayoría de la opinión pública que, tal como ocurrió -aún ocurre - con el sector financiero- identifica a las compañías eléctricas como culpables de casi todos los males. Poco importa que estas empresas dediquen parte de sus beneficios a la reinversión y a otorgar dividendos a sus accionistas. La decisión de la UE de gravar más sus beneficios solo servirá para que varíen sus estrategias y planes de futuro. Todas las previsiones de estas empresas realizadas antes del 24 de febrero -día de inicio de la guerra-, a la basura. Hoy viven en la absoluta incertidumbre.

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