Artículo de Gemma Altell

Delitos sexuales perpetrados por menores: ¿dónde queda la educación sexual?

La sexualidad es una parte importante del ser humano. Entenderlo así y aprender desde el respeto y la empatía es el primer paso para neutralizar la influencia de la pornografía como agente educador mayoritario

Gemma Altell

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La última memoria de la fiscalía general del Estado anuncia el crecimiento exponencial de los delitos sexuales cometidos por menores de edad desde 2011 hasta 2021. En concreto, en Catalunya este crecimiento ha pasado de 90 (en 2011) a 210 (en el 2021). Más allá de la alarma que generan estos datos expuestos, así es necesario mirar este 'indicador' intentando entender qué situaciones -pero sobre todo qué carencias- hay detrás.

A menudo nos remitimos a la pornografía para explicar por qué se está produciendo este incremento de las violencias sexuales y, en concreto, las que son perpetradas por menores. Hay tres factores asociados a la pornografía que, en mi opinión, tienen una relación directa con este hecho. Todos ellos son relevantes pero querré acabar con aquel en el que podemos intervenir y transformar con un mayor impacto y nos interpela más.

En primer lugar, el acceso -con muchos matices- universal a los dispositivos electrónicos y a la red hace que los intentos de control sobre el acceso a la pornografía basados en estrategias del siglo pasado sean totalmente inútiles y a menudo nos muestren como interlocutores no válidos frente a los adolescentes. Por ejemplo, limitar la pornografía en las televisiones o la compra de revistas pornográficas a menores es absurdo, teniendo en cuenta que no son los medios que utilizan cotidianamente; pero, a menudo, también es inútil utilizar mecanismos de 'control parental' en los dispositivos electrónicos excepto en el caso de que conozcamos a todos los amigos (sobre todo) y amigas del hijo/a y sepamos que todas las familias harán exactamente el mismo control que nosotros. Pueden mirar otros ordenadores, otros móviles, etc. En cambio, quizás habría que ponerse un poco más fuertes en la regulación de contenidos en internet (y no sólo sobre pornografía).

En segundo lugar, el tipo de pornografía que ven/vemos; en definitiva la que se produce mayoritariamente. Soy de la opinión de que, si bien es necesario regular la edad de inicio al acceso a la pornografía también es necesario integrarla como una práctica sexual más en jóvenes (que no niños) y personas adultas. No debería ser algo a esconder. Sin embargo, el problema es su contenido; para que el negocio creciente de la pornografía lo sea se ha potenciado una pornografía que violenta a las mujeres y personas disidentes de género, que está en gran parte basada en la dominación y el poder y que alimenta el rito de paso de los niños/chicos a una masculinidad adulta heteronormativa, patriarcal y violenta. Cuando invalidamos la pornografía como práctica sexual y dejamos de diferenciar la práctica global del contenido concreto abonamos al terreno a que resulte una práctica 'clandestina' y vista como 'perversa' limitamos la libertad sexual y no permite hablar abiertamente de ello. Por eso, me parece importante trabajar para estimular una pornografía que construya los imaginarios del deseo y la excitación sexual desde una posición respetuosa, sin tabús, que no objetivice.

Esta cuestión nos lleva al tercer factor que considero primordial. La educación sexual obligatoria desde la primera infancia en la escuela y recomendada por todos los agentes educativos que interactúan con la infancia y la adolescencia. Adecuada a cada franja de edad. No debería ser un tema a debatir. La demagogia perversa de los partidos de derechas, que se escandalizan porque los niños y adolescentes reciban educación sexual en la escuela, no hace más que alimentar una tendencia social que confunde sexualidad con violencia sexual. Es una trampa mortal confundir la abstinencia sexual con la prevención de la violencia sexual (como propone la derecha). La sexualidad es una parte importante del ser humano. Entenderlo así y aprender desde el respeto y la empatía es el primer paso para neutralizar la influencia de la pornografía como agente educador mayoritario (como está ocurriendo ahora). Ahora bien, lo que realmente sería un cambio radical iría orientado a que la educación sexual despertara también un pensamiento crítico hacia el visionado de pornografía. Analizar explícitamente: qué es violencia y qué no lo es. ¿Qué está consensuado y qué no? ¿Quién elige el papel que juega en la relación sexual y quién no?¿ A quién le gusta una determinada práctica y quien no? Sin tabúes. Para aprender a identificar la diferencia entre sexualidad y violencia sexual. Ahora bien, para mirar el tema de cara hace falta valentía adulta, mucha. Y aprender a escuchar cosas que quizás no nos gustaría oír.

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