La ANC como partido
Las secuelas de esta Diada conducen al partido que ya ha decidido construir la ANC para hacer competencia a las tres formaciones que existen en el tablero
Álex Sàlmon
Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.
Álex Sàlmon
El realismo mágico da para mucho. Tanto como para que en una estancia aparezca un ciclón y acabe con la historia. La de Aureliano o Melquiades, en cita a García Márquez. Lo que es capaz la literatura parecía posible en la política.
La Catalunya del ‘procés’ ha pasado por la magia del realismo sin saber qué era más importante, si lo mágico o la realidad, que es muy puñetera. Una independencia posible que solo estaba descrita en la ruta de sus impulsores y que nacía supuestamente de un pueblo, solo uno, que debía ser soberano. Y ese ‘poble’ se resumía en la ANC.
Este ha sido uno de los mayores engaños. Pensar que esa organización había nacido aislada absolutamente de los partidos políticos e impulsada por un frenesí humano. Pero no fue así. Es cierto que su génesis no puede situarse en el ombligo de una sola y única formación. Gente de ERC, de Convergència, de Unió, de la CUP participaron en la consolidación de la marca. Ellos eran los que tenían la experiencia para construir un entramado bien organizado en el territorio.
Así, si esta Diada puede tener algo de fracaso y de éxito, el motivo se refiere a ese punto de inflexión. Máscaras fueras. La intención de la ANC, ya pública, es montar un partido político que represente a aquellos que están hartos de tanta tibieza y quieren la DUI exprés.
Este objetivo antes no era necesario. Ahora sí. Y es ahí donde todo chirría y el enamoramiento de los partidos con una organización que mueve un volumen importante de presupuesto -ahora menos- se irá difuminando poco a poco.
Por lo tanto, las secuelas de esta Diada conducen al partido político que ya ha decidido construir la ANC para hacer competencia a las tres formaciones que existen en el tablero político. Y eso no gusta a los que ya forman parte del arco parlamentario.
Las reglas del juego van a cambiar. La política contemporánea, ya saben, es amiga de propiciar acontecimientos que conducen al desastre inevitable. Pero no parece probable que nadie considere positivo dividir el voto independentista. Pero…
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