Opinión
Límite a la cesta de la compra. De acuerdo con el objetivo, incredulidad con el método
Las patronales se resisten al pack promocional y abogan por la rebaja del IVA. Los bonos públicos para los más necesitados pueden ser una solución
Eduardo López Alonso
Periodista.
Trabajo en El Periódico de Catalunya desde 1992, la mayor parte de ese tiempo en la sección de Economía. Ahora, en la sección Panorama que agrupa a Economía, Política e Internacional. Antes estuve en el diario ABC (Economía), Televisión Española (Economía), Grupo Recoletos (gratuitos locales) y en el ámbito de las televisiones locales (realizador). Licenciado en periodismo, diplomado en publicidad, máster de Información de Económica por la UAB y el Col·legi de Periodistas de Catalunya, cursé el doctorado de Económicas en la Universitat de Barcelona, pendiente de tesis doctoral ('Gestión de medios de comunicación en tiempos de crisis'). Autor del libro 'Las prejubilaciones del menosprecio'.
El objetivo de establecer una cesta de la compra de precios limitados es interesante en la forma y éticamente irreprochable. Pero el método a seguir, por el acuerdo entre partes o por ley, roza lo absurdo. La formación de precios en un mercado capitalista es compleja y su eficiencia depende precisamente de esa complejidad. Lo mismo que el bitcóin ha logrado su primacía entre las criptomonedas por su carácter no manipulable, el precio de los alimentos depende de una abrumadora amalgama de elementos que desembocan en una relación entre oferta y demanda, cuyo factor crítico es precisamente supervisar que no existan acuerdos que limiten esa compleja competencia.
En una situación de incremento de costes como la sufrida a finales de 2021 y principios de este ejercicio, el precio de los alimentos subió menos por la acción de las grandes superficies que gozaron de sus acuerdos previos con los proveedores (que son los que sufrieron la inflación). Después los precios subieron más a medida de que esas subidas de costes se consolidaron y se repercutieron en los precios de venta. Precisamente ahora en que aparecen signos de abaratamiento de los carburantes en los mercados internacionales, el intento de un acuerdo con la distribución para fijar precios puede ser aprovechado por algunas cadenas para ganar notoriedad y congraciarse con la opinión pública. Pero otras cadenas han subido salarios a su plantilla en función del IPC y recortar márgenes más de lo debido puede afectar sus cuentas más de lo posible. Los márgenes en el sector de la distribución son generalmente menores del 5% y la alquimia de la fijación de precios es fruto de negociaciones multivariable y con múltiples actores. En productos frescos, con lonjas y mercados de abastos por el medio, establecer precios por anticipado es una entelequia. El precio de la merluza del norte dependerá de las capturas y de la eficiencia del transporte. No es posible fijar precios con antelación. Y la fruta. Y los huevos. Y la carne... oferta y demanda fluctúan, igual que los costes y el precio refleja estas oscilaciones.
Las empresas de distribución pueden pactar que harán lo que puedan para poner a la venta packs promocionales. Pero es posible que ni los vendan, porque el libre albedrío del consumidor es impredecible. Dicen en la asociación de grandes superficies Anged y de supermercados (Asedas) que "no pueden aceptar el acuerdo de una cesta de la compra a precios fijos". Argumentan que la formación de precios depende de esas múltiples negociaciones y que trabajan precisamente para vender al menor precio que el mercado permite. La patronal considera que el acuerdo es "inviable y contraproducente". Algunos vaticinan incluso que sería una manera para fortalecer la posición de aquellas empresas con mayor capacidad de negociación con los proveedores, y que el pack de subsistencia podría abrir la puerta a ventas a pérdida, algo prohibido por la ley. En Asedas apuntan que "la estructura de la distribución alimentaria en España -definida por su escasa concentración– hace que el pacto requiera del acuerdo con cientos de empresas. El comercio tradicional tiene una cuota de mercado muy importante especialmente en productos frescos. Además, presentaría graves riesgos para la competencia, perjudicando a unos comerciantes frente a otros y a los consumidores que viven en poblaciones pequeñas". El argumento es cierto, pese a quien pese. Por su parte, la petición de reducción del IVA al 4% tiene sentido. O también la distribución de bonos comida entre los más necesitados. O que el alza de la factura energética sea compensada para las empresas (eso es algo más complejo). El objetivo de que exista una cesta de la compra "de subsistencia" es loable, el método debe ser estudiado con mayor rigor.
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