La trampa laboral
La actitud contraria al trabajo se ha extendido en las dos economías más potentes del mundo y su eco llega a nuestras calles. De fondo, un gran malestar
Una a una fueron cayendo las utopías. Los sueños revolucionarios del siglo XX acabaron derrotados, bañados en sangre y desvarío. Cuando desterramos -o permitimos que nos desterraran- las ambiciones colectivas, nos programamos para el éxito individual. Y ahí estaba el trabajo. Esa herencia bíblica, pero también becerro de oro. Días de pelotazos, 'yuppies', Porsches Cayenne, ‘España va bien’, inauguración de grandes centros comerciales… ¡Viva el hedonismo consumista! Todo era posible. De ti dependía. Siempre de ti. De ti. Hasta que el castillo de naipes empezó a desmoronarse.
De EEUU nos llega la Gran Renuncia, el pasado julio se contabilizaban 11 millones de puestos de trabajo vacantes. En China, el ‘Tang Ping’ (Acostado) es un movimiento que llama a abandonar el estrés de las largas jornadas de trabajo. Jóvenes profesionales bien remunerados retornan a la placidez de sus aldeas. El ‘Quiet quitting’ (en el ámbito laboral vendría a ser una renuncia silenciosa) está llenando TikTok de vídeos de trabajadores que hacen lo mínimo en su jornada laboral, que abandonan las oficinas cumpliendo a rajatabla el horario o silencian los mensajes fuera del horario de trabajo. Ese ‘a la hora, se les cae el lápiz’, que tan a menudo se ha expresado con desprecio, ahora es exhibido y reivindicado.
La actitud contraria al trabajo se ha extendido en las dos economías más potentes del mundo y su eco llega a nuestras calles. De fondo, un gran malestar laboral. Según el Informe Gallup 2022 sobre el estado laboral mundial, el estrés entre los trabajadores alcanzó el 44%, un máximo histórico (más hondo en las mujeres). El compromiso de los empleados con sus empleos anda bajo mínimos. Solo un 14% de los europeos se siente satisfecho con su puesto de trabajo. En la cola, Reino Unido, Austria, España (9%), Luxemburgo, Francia e Italia. En la tabla que mide la tristeza, la ira o la preocupación diaria, los españoles ostentan el cuarto, séptimo y sexto puesto respectivamente de 38 países europeos.
Los padres, forjados en el valor del trabajo, miran con preocupación a sus hijos jóvenes. Y ellos, que viven enredados en la precariedad, recuerdan a sus padres defenestrados o temerosos del despido durante la Gran Recesión. Ni la adicción al trabajo ni esos trajes de 'superwoman' les protegió. Si somos intercambiables con un chasquido de dedos, si ya no vales lo que trabajas o lo que tienes, ¿cómo se mide el valor? Por ahora no hay respuestas al desencanto. Tan solo la necesidad de parar y esquivar esos trabajos tan parecidos a trampas.
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