Artículo de Andreu Claret

El juguete roto del 'procés'

Puede que sea pronto para asegurar que el 'procés' ha muerto. Los miles de manifestantes que acudieron a la convocatoria de la ANC, menos que al principio del procés, pero más que el año pasado, hablan de la desafección profunda hacia España que sigue existiendo en amplios sectores de la sociedad catalana

Manifestación de la Diada

Manifestación de la Diada / Manu Mitru

Andreu Claret

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La Diada estuvo condicionada por una bomba política, lanzada por Xavier Antich, presidente de Òmnium, que llamaba más bien a la moderación, y terminó con otra, de corte radical, soltada por Dolors Feliu, presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, en línea con el populismo que recorre medio mundo. Antich defendió la necesidad de superar el relato del 'procés'. ‘Dejemos de entretener-nos con el 1 de octubre’, propuso, al tiempo que pedía una nueva estrategia para el independentismo. El presidente de Òmnium es filósofo y conoce el valor de las palabras. Sabe que dejar de lado el 'procés' no supone solo sustituir un relato por otro. Se ha abusado tanto del llamado ‘mandato del 1-O’ que no hay manera de tirar el agua sucia sin que el niño se vaya por el desagüe. Carles Puigdemont, que ha hecho de la defensa de este mandato la razón de ser de su supervivencia, recogió el guante. En puertas de la Diada llamó a ‘alcanzar aquello que decidimos el 1 de octubre’. 

Con diferencias de este calibre, respaldadas por Esquerra Republicana y Junts per Catalunya, respectivamente, la Diada amenazaba con ser un pulso entre estas dos estrategias. Seguir con el 1-O, volverlo a hacer, o pasar página, con todo lo que ello supone. Entre otros, el peligro de abandonar en el exilio a aquellos que se marcharon en vez de asumir sus responsabilidades. Los manifestantes convocados por la ANC captaron el debate. El 1-O y Puigdemont fueron los nombres más coreados. Hasta que Feliu soltó otro artefacto, en el discurso final. Amenazó con una ‘lista cívica’ para las próximas elecciones, alentando gritos de ‘Govern dimissió’. Otra forma, desde el sector más radical, de considerar que el 'procés' es un juguete roto que ya no sirve a los objetivos del independentismo. Todo ello, bajo la mirada circunspecta de Jordi Turull, el líder de Junts.

Sin una hoja de ruta unitaria a la que adherirse, la Diada corría el peligro de dirimir en la calle estas diferencias. Solo la ausencia de los líderes republicanos de la manifestación convocada por la ANC evitó males mayores. ¿Qué hubiese ocurrido de asistir Pere Aragonès, con lemas de ‘Puigdemont president’ y ‘Gobierno dimisión’? Hubiese sido, probablemente, el fin de un gobierno al que ninguno de los dos grandes partidos independentistas quieren renunciar, al menos hasta las elecciones municipales.  

Puede que sea pronto para asegurar que el 'procés' ha muerto, como piensan la mayoría de los líderes de Esquerra Republicana. Los miles y miles de manifestantes que acudieron a la manifestación de la ANC, menos que al principio del procés, pero más que el año pasado, hablan de la desafección profunda hacia España que sigue existiendo en amplios sectores de la sociedad catalana. Mientras tanto, hasta el quinto aniversario del 1-O, Puigdemont y Junts per Catalunya seguirán utilizando la calle, y el Parlament, para debilitar a Aragonès. Una manera de preparar las municipales, donde se dirimirá la lucha por la hegemonía dentro del independentismo. 

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