Agua corriente

¡Ay, qué tiempos!

11 9 2012 MANIFESTACION DE LA DIADA FOTO ALBERT BERTRAN

11 9 2012 MANIFESTACION DE LA DIADA FOTO ALBERT BERTRAN / ALBERT BERTRAN

Emma Riverola

Emma Riverola

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Su hija sugería venderlas en Wallapop. Se ha negado, claro. Y ha vuelto a guardarlas en el armario. Al fondo. Si tuviera que escoger una, sería la camiseta amarilla. Y no porque le guste el color, le sienta fatal. Pero aquel año, el 2014, fueron a la Diada con sus hijos y el grupo de amigos. Se encontraron con varios conocidos. Incluso aquella compañera del colegio que hacía décadas que no veía. ¡Ay, qué tiempos! 

Ha llovido desde entonces. Su hija ya no es adolescente y el chico es más alto que su padre. Ninguno va a asistir este año. Es mejor dejar dormir los buenos recuerdos. No es tristeza lo que siente, más bien cierta añoranza. Como cuando revisa fotos antiguas. Aquellas de los campamentos, las trenzas, la camisa de cuadros y las misas en la montaña. Todo se mezcla en el recuerdo. La teología de la liberación y 'Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia'. Y las canciones. ¡Ay, qué tiempos!  

En realidad, no había vuelto a pensar en aquellos cánticos hasta que empezó todo. Es curiosa la mente, a veces provoca extrañas asociaciones. Una vez se lo dijo a un compañero de trabajo y se lo tomó fatal: lo de que las canciones del procés le recordaban a las de las misas de su juventud. Optimismo, esperanza, comunión y fe. A ella no le desagradaba la semejanza. Le hacía sentirse segura, acompañada, incluso agradablemente exaltada. Pero a su compañero no le hizo ni pizca de gracia. Es que él es independentista de los de siempre. Bueno, no es que ella no lo fuera. Es que nunca había pensado seriamente en ello. La política… ni fu ni fa, aunque entonces sí empezó a interesarle. ¡Ay, qué tiempos!   

Cada sábado, después de cenar, se sentaban frente al televisor y se zambullían en la liturgia independentista. Exaltación y sacrificio. Como las misas de cuando era jovencita, solo que esta no era ecuménica. Los insultos volaban. Lo peor era ser tildado de españolista: la traición total. Hubo días en que se iba a dormir con mal cuerpo. Tantos gritos. Pero también se sentía reconfortada. Esa sensación de formar parte del grupo de los buenos, de los elegidos. Suena un poco simple, pero así lo sentía. Un pueblo ambicioso, capacitado, engrandecido por sus ansias de libertad. Todo era tan… épico. Allí, en el sofá, comiendo palomitas, se sentía especial. Ahora han suprimido el programa de la tele. Pero ya no lo echa en falta. Con la pandemia se aficionaron a las series. ¡Ay, qué tiempos!   

Apenas ha querido leer nada de las desavenencias de este año por la Diada. Le dejan mal sabor de boca. Esa acritud de las cosas estropeadas. A ver, tampoco quiere dramatizar. Para eso ya está su compañero de trabajo. El pobre lo lleva fatal. Se siente estafado. Ella no piensa mucho en eso. Las cosas no salieron bien. A veces pasa. Pero, ay, aquellas Diadas multitudinarias. Y qué precioso se veía desde el aire. Quizá no hicieron Historia, pero han formado parte de su historia. Ella estuvo allí. ¡Ay, qué tiempos!

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