La espiral de la libreta

Viajes improbables en tren, taxi y tacataca

Generación ‘boomer’: una loncha de fiambre entre dos rodajas de pan

Un taxi de Barcelona.

Un taxi de Barcelona.

Olga Merino

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Temprano, en el aire fino de la mañana, se presiente algo parecido al otoño, a la derrota del bochorno. Día de mercado. En el puesto de legumbres cocidas, una anciana, pelo blanquísimo y tacataca, entrega a la dependienta el monedero del cobre: solo contiene monedas de 1, 2 y 5 céntimos. La tendera cuenta el dinero sin prisa ni agobios, con una delicadeza exquisita, hasta completar los casi dos euros del importe. 'Adéu, adéu', tac, tac, tac. Compro lo justo, porque la semana próxima toca coger de nuevo la maleta. A la salida, la abuela del andador y el ‘empedrat’ está sentada en un banco de la plaza, bajo una acacia raquítica, leyendo el periódico, en concreto un reportaje sobre el caos en los trenes de cercanías: «Lamentablemente, nos estamos acostumbrando».

LA CURVA DEL MORROT

Días de no aclararse con el tiempo, ni con el parte meteorológico ni con el tiempo como transcurso. Con el reloj pegado todavía a la blandura de agosto, los minutos se me escurren de las manos y, por ende, llego tarde a todas partes, incluso en taxi. ¿Qué pasa con los taxis en Barcelona? El combate azaroso de cazar uno verde es inversamente proporcional a la prisa, por no hablar de ciertas aventuras y extravíos: en una ocasión, un conductor paquistaní, tan perdido como yo, sugirió que me apeara en plena ronda del Litoral, a la altura del Morrot, y que saltara a la brava el quitamiedos; estuvimos a punto de tenérnoslas tiesas, pero preferí acordarme de la rumba aquella de Gato Pérez.

Pero estábamos en que llego tarde y en taxi a un almuerzo en el Igueldo, un restaurante estupendísimo adonde no conviene acudir de incógnito o con un amante: siempre te encuentras con alguien. Agradable conversación con gente que sabe, y en el aire algunas volutas interesantes: el error de dar por pinchado el ‘soufflé’ del independentismo y, dos, los sutiles movimientos de placas tectónicas que se están produciendo en la carrera hacia la alcaldía.

RETALES DEL VERANO (2)

Bajo la noche estrellada de agosto, cuando afloja la calorina, se improvisa una cena intergeneracional donde abundamos los ‘boomers’, esa generación con vocación de fiambre, una loncha de embutido atrapada entre dos rebanadas de pan: los hijos, todavía en vuelo gallináceo, y la progresiva regresión a la infancia de los padres. Uno de los más jóvenes sueña con viajar a Bolivia.

—Es el país más pobre de América Latina, ¿verdad?

—'Son uns perdedors, com els catalans' —dice uno de los maridos.

No hay réplica. Se hace un silencio densísimo, hasta que alguien descorcha otra botella de cava. Plop.