Análisis

Sin gas ruso

Las tuberías en las instalaciones de recalada del gasoducto 'Nord Stream 1' se muestran en Lubmin, Alemania.

Las tuberías en las instalaciones de recalada del gasoducto 'Nord Stream 1' se muestran en Lubmin, Alemania. / REUTERS/Hannibal Hanschke

Jordi Alberich

Jordi Alberich

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Este viernes se celebrará una determinante reunión de ministros de energía de la Unión Europea, con el objeto de responder a la gravísima alteración del mercado eléctrico, que venimos padeciendo de hace meses y que ha tenido su punto culminante en el reciente corte del suministro de gas ruso. Un encuentro en que, previsiblemente, se aprobarán diversas actuaciones ya indispensables con carácter de urgencia. Todo ello con un triple objetivo: garantizar el suministro, reducir su coste y contribuir a que el alza de precios no acabe por consolidarse en forma de inflación persistente.

Así, los Veintisiete parecen decididos a topar el precio del gas ruso. Una medida que, más allá de su racionalidad económica, pretende acabar con el mayor de los contrasentidos: la invasión de Ucrania provoca el aumento descontrolado del precio del gas que compramos a Rusia, y con este incremento descomunal de ingresos, Putin financia la guerra.

A su vez, se prevé intervenir en el mecanismo de fijación de precios de la electricidad, para desacoplarlo del coste marginal del gas. Resulta insostenible que su desaforado precio determine el de otras fuentes de energías, con unos costes de producción muy inferiores, como es el caso de nuclear y renovables. Un mecanismo que viene ocasionando unos beneficios 'caídos del cielo' a aquellas empresas energéticas que generan a coste reducido y venden a precio de gas. De no optar por esta vía, la alternativa es un impuesto especialmente diseñado para gravar estos beneficios extraordinarios; la mayor recaudación fiscal debería servir para subvencionar la electricidad a los colectivos más vulnerables.

La tragedia de Ucrania, y la necesidad de transitar por este próximo invierno sin gas ruso, fuerza a los Veintisiete a una política energética común en materia de aprovisionamiento y a una mejor regulación del mercado eléctrico, sujeto a una innecesaria confusión y complejidad. Ya era hora. 

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