APUNTE

Descargar la mochila de Dembelé

Barcelona 07.09.2022. Deportes. Dembelé trata de superar a Jemelka que le agarra del pantalón durante el partido de la fase de grupos de la liga de campeones entre el FC Barcelona y el Viktoria Pilsen en el Camp Nou. Fotografía de Jordi Cotrina

Barcelona 07.09.2022. Deportes. Dembelé trata de superar a Jemelka que le agarra del pantalón durante el partido de la fase de grupos de la liga de campeones entre el FC Barcelona y el Viktoria Pilsen en el Camp Nou. Fotografía de Jordi Cotrina / Jordi Cotrina

Albert Guasch

Albert Guasch

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El retorno de la Champions al Camp Nou vino precedido por la música del estilo y la letra del ADN. Una gastada canción que ya hace más gracia que otra cosa. Ha parecido que a Xavi Hernández Creus se le cuestionaba su fidelidad a los libros sagrados. Sí, a Xavi Hernández Creus. Si Johan Cruyff estuviera vivo, alguien le cuestionaría su cruyffismo. Rezar el rizo sí forma parte del ADN barcelonista. 

Con Xavi han vuelto las explicaciones futbolísticas que se echaban de menos desde los memorables tiempos de Guardiola. Xavi habla con naturalidad de juego posicional, de entender las triangulaciones, de aprovechar espacios y conceptos por el estilo que se alejan del conflicto del momento o las impresiones insustanciales.

Xavi merece ser escuchado por todo ello, por lo que está construyendo, por la gestión del grupo (puso fin ayer al ostracismo de Piqué antes de que se alargara demasiado, dio cuerda a Pablo Torre antes de que se desesperara en tierra de nadie) y sobre todo por cómo le ha cambiado la sangre a Dembélé. Porque lo de Dembélé resulta asombroso. Una nueva demostración de que una transfusión de confianza puede obrar milagros.

El tercer gol

Nada ejemplifica más la transformación del francés que su determinación en el tercer gol del Barça. Ataque serpenteante de recortes sin fin, pérdida de balón, recuperación cargada de tenacidad y pase quirúrgico a la cabeza de Lewandowski. Con razón todos fueron a abrazarle. 

Empezó como el viejo Dembélé, con unos pases atolondrados que desesperaron al entrenador y al más estoico de los aficionados, pero después cumplió con todo lo que fantasearon quienes le ficharon por una millonada hace un lustro y que Xavi supo intuir como nadie.

Goleador incansable

Con Lewandowski al Barça le ha caído una bendición. Un tipo que marca goles con la pasmosa facilidad con la que cualquier otro ejecuta un saque de banda. Un goleador de seda con voracidad salvaje cuyos movimientos imantan la mirada. Le tienen que llover de forma torrencial los elogios. Justificados. Pero el partido de Dembélé de ayer fue para frotarse las manos y hace falta subrayarse, por todas las críticas que en el pasado se acumularon justificadamente en su mochila. Toca ir descargándola. 

Por sus características eléctricas se espera de él que ataque a su marcador, pero ayer hizo mucho más que eso. Atacó sin pausa, con persistencia sanguinaria, por la banda y por el medio, directo y en diagonal. Asumió responsabilidades plenas, sin medias tintas. Se propuso lanzarse al abordaje y lo hizo con valentía, rebosante de fe en sí mismo. Y sin que se le saliera la cadena, como tantas otras veces. Encima se esforzó en la recuperación, como en el mencionado tercer tanto, y se inventó una asistencia de máxima creatividad a Ferran Torres en el último gol. Completísima actuación, al compás de todo el equipo. La música de la Champions inspiró a todos, a él en particular. Este Dembélé, con su ADN particular, seduce.

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